Abejas y plagas, los desafíos de la alfalfa en el noreste del pacífico

En el IV Congreso Mundial de la Alfalfa, el Dr. Douglas Walsh de la Universidad Estatal de Washington (WSU) expuso uno de los actos de equilibrio más arriesgados de la agricultura moderna: la producción de semillas de alfalfa en el Noroeste del Pacífico de Estados Unidos.

Esta no es solo una historia sobre un cultivo, sino sobre la gestión de una paradoja fundamental. Los productores deben controlar la chinche Lygus, una plaga capaz de aniquilar hasta el 95% de una cosecha, y al mismo tiempo proteger a las abejas polinizadoras, cuya labor es indispensable para la viabilidad económica. 

Es una batalla librada en dos frentes, donde un solo error puede llevar a la ruina y donde la ciencia se ha convertido en la herramienta clave para la supervivencia.

La producción de semillas de alfalfa en el Noroeste del Pacífico no es una simple actividad agrícola, sino un sistema económico de alto riesgo donde la rentabilidad se gana o se pierde en el filo de una navaja: el conflicto irreconciliable entre erradicar una plaga voraz y proteger a los polinizadores que dan vida al cultivo. Para los productores, cada temporada es una gestión de riesgos calculados, respaldada por un marco regulatorio único que les proporciona una ventaja crucial.

El panorama económico y regulatorio que define esta industria se puede resumir en los siguientes puntos clave:

Modelo de negocio: La mayoría de los productores operan con contratos de tres años con proveedores genéticos. Su remuneración se basa en la cantidad de «semilla limpia» que producen. Este modelo de pago directo por calidad no deja margen de error y convierte el control del Lygus en una prioridad económica absoluta.

Ventaja regulatoria: Una clasificación crítica define las operaciones: la alfalfa para semilla se considera un «cultivo no alimentario y no destinado a piensos» en los estados del oeste. 

Esta designación la exime de los requisitos de Límite Máximo de Residuos (LMR), lo que permite a investigadores como el Dr. Walsh facilitar registros de pesticidas de «necesidad local especial 24C» de forma mucho más rápida que para los cultivos alimentarios.

Este marco regulatorio es fundamental debido a la amenaza constante que representa la plaga principal del cultivo.

La chinche Lygus (Lygus hesperis) no es simplemente una plaga más; es el principal adversario económico para la industria de la semilla de alfalfa. Su control no es una opción, sino una prioridad absoluta para cualquier agricultor que aspire a obtener una cosecha viable, determinando el éxito o el fracaso de toda una temporada.

Considerado el «verdadero insecto plaga directo» del sistema, su hogar nativo es probablemente California, y viajó hacia el norte como un polizón oportunista, siguiendo el avance de la irrigación que abría nuevos territorios agrícolas para su conquista. 

Es un enemigo tenaz, con un historial documentado de desarrollo de resistencia a los insecticidas. Su método de ataque es letalmente eficiente: utiliza su aparato bucal perforador-chupador para atravesar las vainas y alimentarse de las semillas en desarrollo. 

Su peligrosidad se agrava por tener un umbral extremadamente bajo, lo que significa que incluso una pequeña población puede causar daños devastadores, obligando a los productores a una vigilancia y control constantes. 

Si no se controla, el resultado es catastrófico, con pérdidas de semilla que pueden oscilar entre el 85% y el 95%.

Mientras la amenaza de esta plaga es severa, el éxito del cultivo depende en igual medida de sus vulnerables aliados: los polinizadores.

Sin una polinización eficaz, incluso el control de plagas más perfecto sería en vano. Para lograrlo, los agricultores dependen de un ejército de polinizadores de dos frentes: una fuerza de trabajo importada, sujeta a la volatilidad del mercado global, y un especialista nativo único, cultivado localmente en una hazaña de simbiosis agrícola. Asegurar sus servicios es una pieza central de la estrategia económica, aunque no está exenta de vulnerabilidades.

La abeja, una alidada importante

Los productores dependen en gran medida de la abeja cortadora de hojas de alfalfa, importada principalmente de comerciantes en Canadá. Esta dependencia quedó crudamente expuesta tras la crisis financiera de 2007. Una serie de veranos con mal tiempo en Canadá provocó una grave escasez de abejas, disparando los precios hasta los u$s155 por galón. 

El impacto fue tan extraordinario que, durante algunos años, «se gastó más dinero en la gestión de polinizadores y plagas que en la mano de obra», una rareza en la agricultura. Desde entonces, los precios se han estabilizado, pero el episodio sirvió como un claro recordatorio de la fragilidad de la cadena de suministro.

En una zona muy específica del estado de Washington, el condado de Walla Walla, prospera un polinizador único: la abeja alcalina, una especie nativa y solitaria que anida en el suelo. Desde finales de la década de 1940, los agricultores y científicos de WSU descubrieron cómo «cultivar» estas abejas en estructuras artificiales conocidas como «lechos de abejas». 

El programa del Dr. Walsh realiza un censo anual para monitorear su población. Aunque en algunos años se han alcanzado picos de 18 millones de abejas, la estimación para 2024 es de 7.5 millones, un descenso vinculado en parte a la reducción de la superficie cultivada de alfalfa.

Este complejo equilibrio entre la necesidad de eliminar una plaga y la de proteger a sus polinizadores ha impulsado una agenda de investigación científica diseñada para resolver el conflicto.

El programa de investigación del Dr. Walsh en la WSU funciona como el nexo vital entre las necesidades prácticas de los agricultores y la innovación científica de vanguardia. Este modelo de investigación colaborativa y basada en las necesidades es estratégicamente crucial para la sostenibilidad de la industria.

La necesidad de insecticidas nuevos, eficaces y seguros para las abejas es constante. Es una carrera continua para adelantarse a la resistencia de las plagas y, al mismo tiempo, proteger a los polinizadores durante el crítico período de floración, cuando el cultivo es más vulnerable y las abejas están más activas.

La investigación de la WSU ha validado y desarrollado un conjunto de herramientas químicas y biológicas para dar a los agricultores la flexibilidad necesaria.

Estrategias Actuales y Emergentes para el Control del Lygus

EstrategiaDescripción y Productos Clave
Control Pre/Post-FloraciónUso de insecticidas de «espectro más amplio», verdaderos «martillos» químicos diseñados para ser aplicados cuando las abejas están ausentes del campo.
Control Durante la FloraciónAplicación de productos probadamente seguros para las abejas. Productos: Flonicamid y Afidopyropen.
Control en Floración TardíaUso de productos que son «un poco más duros con las abejas». Producto recomendado: Sulfoxaflor.
Alternativas BiológicasUso de hongos entomopatógenos que mostraron una eficacia «sorprendentemente buena», un resultado que el propio Dr. Walsh describió como una «agradable sorpresa». Productos: Beauveria bassiana (BothGHA) y PFR-97.
Química Innovadora (Nuevo)Un nuevo y potente ingrediente activo de Syngenta con control residual prolongado. Producto: Plinazolin (Isocycloseram).

La producción de semillas de alfalfa en el Noroeste del Pacífico es un microcosmos de los desafíos que enfrenta la agricultura moderna. El trabajo del Dr. Walsh y la WSU, basado en la ciencia y guiado por las necesidades de los agricultores, ofrecen una orientación para gestionar el delicado equilibrio entre la rentabilidad y la sostenibilidad. 

Al colocar la seguridad de los polinizadores en el centro de la innovación, este enfoque no solo asegura el futuro de un cultivo vital. Al resolver la paradoja de cómo matar al depredador sin dañar al socio, este modelo se erige como una guía esencial para la agricultura sostenible en un mundo cada vez más complejo.