Una delegación de productores argentinos y latinoamericanos visitó recientemente la planta de producción de IMABE en España para conocer de cerca la ingeniería detrás de sus equipos de compactación.
En este encuentro, Luis Miguel Benitez, representante de la compañía, expuso la filosofía de diseño y la estrategia de mercado que ha permitido a la empresa destacar en el sector industrial y, más recientemente, expandirse con fuerza en el competitivo mercado del forraje.
El propósito de la visita fue claro: ofrecer a los productores una visión transparente del proceso de fabricación, desde la concepción hasta el ensamblaje final de las compactadoras.
En dialogo con TodoAlflafa, Benitez explicó que la compañía tiene en claro los puntos que el productor necesita para que invertir en una maquina IMABE sea una decisión facil de tomar.
En un mercado global donde el tiempo de inactividad es sinónimo de pérdidas, la filosofía de diseño de una máquina trasciende la ficha técnica para convertirse en una ventaja comercial decisiva.
IMABE ha construido su reputación sobre este principio, apostando por la simplicidad y la fiabilidad como su principal diferenciador. La clave, según explica Benitez, reside en que la empresa fabrica internamente todos los componentes críticos de sus prensas: la parte hidráulica, la eléctrica y la estructural. El objetivo es crear máquinas «muy robustas y operativas» y, por encima de todo, sencillas.
Este enfoque tiene un impacto directo y profundo en el cliente final. Al diseñar equipos que no requieren una intervención constante del fabricante, IMABE libera al productor de la dependencia técnica y logística.
Esta autonomía es fundamental para operadores ubicados en geografías lejanas, permitiéndoles realizar mantenimientos y solucionar problemas con recursos locales y una respuesta rápida. La misión de la empresa es inequívoca: “Que el cliente no dependa de nosotros”.
Esta filosofía se materializa en un dato contundente: las piezas sujetas a desgaste tienen una vida útil de «cinco años para arriba». Este largo ciclo de reemplazo, combinado con la capacidad del propio cliente para realizar el mantenimiento, es la prueba tangible de su apuesta por la durabilidad y la autonomía. No se trata solo de una promesa, sino de una ventaja competitiva cuantificable que minimiza los costos operativos y maximiza el tiempo de producción.
Máquinas a la medida del mercado global
El comercio internacional de forrajes es un escenario complejo, con exigencias de calidad, peso y embalaje que varían drásticamente de un destino a otro. Los exportadores que buscan competir con éxito necesitan equipos que no solo sean eficientes, sino también versátiles.
Consciente de esta realidad, IMABE ha hecho de la personalización su modelo de negocio, adaptando sus máquinas para responder a las necesidades específicas de cada mercado.
La flexibilidad de sus prensas se manifiesta en ejemplos concretos que responden directamente a las demandas de los compradores finales:
• Tamaño y peso del fardo: La producción puede configurarse para generar desde megafardos de alfalfa de 800-900 kg, pasando por formatos de 450 kg, hasta pacas de 25 kg.
• Tipo de embalaje: Los equipos se adaptan para entregar el producto final según las preferencias del cliente, ya sea en sacos de arpillera, rafia o asegurado con alambre.
La lógica comercial detrás de esta capacidad de adaptación es clara: el diseño se subordina a las reglas que imponen los mercados de destino, ya sean los países árabes, China, Japón o Corea. Esta agilidad para personalizar la producción, respaldada por la legendaria durabilidad de sus componentes, ha sido clave para su expansión estratégica en mercados exigentes como el argentino.
La expansión estratégica en Argentina
Aunque su incursión en el sector forrajero argentino es relativamente reciente, la presencia de IMABE en el país no es nueva. La compañía cuenta con una sólida trayectoria de 27 años en el mercado local, donde ha instalado aproximadamente 300 equipos en la industria del reciclaje de papel y cartón.
Esta larga experiencia le otorga una credibilidad y un conocimiento profundo del entorno industrial argentino, sentando una base firme para su expansión hacia el agro.
La entrada en el mercado del forraje representa una nueva frontera que la empresa aborda con «muchas expectativas». Con unas 15 máquinas ya suministradas, el avance es constante, aunque no exento de desafíos. Benitez reconoce que la adquisición de estos equipos representa un paso significativo para los productores, ya que no son inversiones baratas.
Esto exige un análisis minucioso de la rentabilidad y el retorno esperado. Esta transición del sector del reciclaje al agrícola plantea una pregunta fundamental: ¿qué diferencia a una máquina diseñada para compactar forraje de una para cartón?
La eficiencia en la compactación depende de una ingeniería específica para cada material. No es posible utilizar la misma máquina para prensar papel que para procesar alfalfa destinada a la exportación, ya que factores como la densidad, la abrasividad y los requisitos de transporte son radicalmente distintos. IMABE ha desarrollado soluciones técnicas específicas para el forraje que abordan estos desafíos.
La necesidad de mayor presión en el forraje responde a la optimización de la carga en contenedores para el transporte marítimo. Esta potencia adicional exige una estructura mucho más robusta.
Además, como el forraje a menudo contiene arena, «enemigo del hierro», las máquinas incorporan chapas antidesgaste para proteger sus componentes internos y garantizar una larga vida útil. El modelo más comercializado para este sector es un equipo de aproximadamente 35 toneladas, con una capacidad de producción de 15 a 20 toneladas por hora.
Esta ingeniería de alto rendimiento es, en definitiva, la materialización de la filosofía de la empresa: una apuesta concreta por el valor a largo plazo para el productor.





