La noble alfalfa promete no dejar en el camino a nadie

Alfredo Abboud, de la empresa CADAF de San Francisco dialogó con TodoAlfalfa y analizó la realidad del sector. “Mezquindad, necesidades y apuestas”. Lo que viene para el sector.

La “reina de las forrajeras” continúa su ascenso pleno en la demanda mundial. Una producción noble y un alimento completo que se produce en nuestro país, que le pelea lugares a la soja y al maíz, pero que no tiene toda la “banca” de los productores, que en muchos casos no terminan de sentarla en la “mesa grande”.

En el marco de TodoLáctea 2024, la megamuestra láctea que se desarrolló en San Francisco, dialogamos con el empresario Alfredo Abboud, socio de la empresa CADAF que exporta desde esa ciudad al mundo.

En un mano a mano con TodoAlfalfa apuntó contra la “mezquindad” de los integrantes de la cadena. “Cuando el productor te prometió tantas toneladas y vos ya las tenés contabilizadas como propias y después se las vende otro por dos pesos más por kilo, te desestabiliza la compra, te desestabiliza el proceso”, indicó.

El empresario explicó que “esos dos pesos por tonelada son comida para hoy, hambre para mañana. Porque sin tomar revancha ni mucho menos, este año yo pude haber sostenido el precio, pero como a mí el año pasado me hicieron jugar al mercado, yo juego al mercado”.

A modo de ejemplo explicó la situación de Ezequiel Rojo, uno de los disertantes de la jornada. “Él tiene estabilizado el precio. Ahora que el precio está bajo, yo le sigo pagando 20 o 30 dólares más caro que lo que le paga a cualquiera el mercado. Y él, el año pasado cuando el mercado paga de más tenía un precio estabilizado, entiende el mercado”.

En esa idea de “ganar/ganar” las partes tienen que entender que el negocio exportador cuenta con diversos componentes y a ello sumarle el “humor del productor” lo que por ahí es un tema demasiado importante entre las partes. Para Abboud se trata de hacer “contratos” como un “forward de los cereales, fijas un precio en dólares a futuro y lo cumplís”.

Deshidratado si… ¿Siempre?

A raíz de la situación climática, la variación que en los últimos años se fue dando con épocas de sequía o humedad extrema, hacen repensar las formas. En ese marco, consultamos la posición respecto a instalar esas plantas a lo que respondió: “deshidratación sí, pero no para el 100% del producto. ¿Por qué? Porque la realidad de la calidad del heno te la da el secado al sol. Hay una estabilización del producto, no se pierde proteína, no se pierde valor relativo de forraje. Es otro producto”.

Y puso como ejemplo a los españoles, que deshidratan. “No venden supreme”, apuntó y volvió a preguntarse: “¿deshidratamos?… deshidratemos. Todo, no. Deshidratemos los cortes que se pierden. El resto tratemos de seguir haciéndolo tradicional”.

Respecto al producto que hoy hay disponible aseguro que es “muy feo. ¿Y hay? Hay muchísimo, muy malo, florecido, lleno de maleza, pasto viejo, pasto con rebrote abajo. La verdad que este año, a nivel calidad, fue peor que el de la sequía”.

Respecto al impacto a su empresa reconoció que “nos impactó no pudiendo exportar lo que teníamos que haber exportado. Teníamos que exportar más de 30.000, no llegamos a exportar ni 5.000.

El mundo está interesado y necesita comprar alfalfa

“Los animales siguen comiendo con o sin guerra, con o sin pandemia”, remarcó y agregó: “acá no hay que hacer alfalfa de exportación. Acá hay que hacer buena alfalfa”.

Acto seguido sumó datos que son vitales. Es que, mejorando la producción y la eficiencia, se genera más dinero. ¿Por qué? Porque un tambo en vez de sacarle 25 o 30 litros a una vaca, le saca 32 o 35.

Un productor de carne en lugar de hacer medio kilo por día, hace 700 gramos. Hizo casi un 40% más por día.

“Hay que pensar en eso. Y solo llegas a la exportación”, insistió y recomendó no diferencia la producción para mercado interno y externo: “es un engaño decir esta alfalfa es de exportación, esta de mercado interno”. Y se preguntó: “¿porque a las vacas nuestras le vamos a dar alfalfa mala?”.

Para concluir, defendió el engorde por encierro. “Hay mucho pastoreo”, apuntó y explicó: “si yo te hago vos comer acá y te hago ir a tomar agua a 200 metros para allá, cuando llegaste, lo que comiste ya lo perdiste en energía, en el traslado. Esto pasa con los encierros. ¿Por qué el mundo va al encierro? Porque no quiere que ese animal pierda energía, que se transforma en leche o en kilo, yendo a tomar agua, pastoreando y volviendo 500 metros para allá”.

Remarcó la necesidad de “hacer pastos de calidad” que “se puede guardar mucho tiempo” y ante inconvenientes climáticos como los del año pasado el productor no debería haber tenido que salir corriendo a comprar “cualquier pasto” y pagar cualquier precio.