Mientras gigantes como Estados Unidos dominan los titulares, la industria española ha tejido silenciosamente una red de producción y exportación que la posiciona como un pilar de estabilidad y calidad a nivel global.
A pesar de las severas disrupciones que han sacudido las cadenas de suministro globales —desde la pandemia de Covid-19 hasta los conflictos geopolíticos que han redefinido las rutas marítimas—, la industria española de la alfalfa, representada por la Asociación Española de Fabricantes de Alfalfa (AEFA), demuestra una notable resiliencia y competitividad.
Para Luis Machín, director de AEFA Asociación Española de Fabricantes de Alfalfa Deshidratada, uno de los docentes de la Diplomatura en Alfalfas de Calidad, «este éxito no es fruto del azar, sino de una combinación única de factores estructurales, una logística optimizada y una capacidad industrial de primer nivel».
La industria española de la alfalfa en cifras
La fortaleza del sector español del forraje deshidratado no puede entenderse sin la figura de la Asociación Española de Fabricantes de Alfalfa (AEFA), que desde su constitución en 1984 ha actuado como el eje vertebrador de la industria.
Aglutinando a 58 empresas asociadas que representan cerca del 95% de la producción española, AEFA no solo es la mayor organización industrial del sector en Europa, sino también un motor de desarrollo socioeconómico.
La industria genera más de 4.000 empleos, con la particularidad de que sus plantas, no deslocalizables, están profundamente arraigadas en el medio rural. Esta limitación geográfica, lejos de ser un inconveniente, se convierte en un ancla socioeconómica.
Para la campaña de 2024, las cifras consolidan esta posición de liderazgo: se estima una producción de 1.000.000 de toneladas, de las cuales un impresionante 75% se destina a la exportación. Esta capacidad productiva se concentra geográficamente en áreas estratégicas, con Aragón a la cabeza, generando 604.000 toneladas, seguida de lejos por Cataluña (162.000 tn) y Castilla y León (94.000 tn).
Aunque la alfalfa es la protagonista indiscutible —representando aproximadamente el 60% de la producción en formato de balas y un 20% en pellets—, la industria española ha diversificado su oferta.
También se procesan otros forrajes de alto valor, como la avena deshidratada (~5%) y una variedad de otros productos como festuca, raygrass o maíz ensilado (~15%). Esta sólida base productiva y diversificada permite a España competir con garantías en un escenario global cada vez más complejo y exigente.
Un escenario global marcado por la incertidumbre y la contracción
Para valorar en su justa medida el desempeño de España, es crucial entender las fuerzas globales que han remodelado el mercado mundial de forrajes entre 2020 y 2024. Este periodo ha estado marcado por una serie de factores disruptivos que han generado una profunda incertidumbre y una contracción generalizada de la demanda.
Las turbulencias comenzaron con la pandemia de Covid-19, que provocó un profundo desequilibrio logístico y de consumo, llevando a una disminución del crecimiento del -7.7% interanual en 2020. A esto le siguió la invasión de Ucrania en 2022, un evento que disparó el precio de los combustibles y los alimentos.
El precio de la alfalfa se duplicó, ahogando financieramente a los ganaderos importadores y provocando una caída drástica de la demanda internacional, que se redujo en más de 2.000.000 de toneladas (1.500.000 en balas y 500.000 en pellets).
Más recientemente, a finales de 2023, los ataques en el Mar Rojo obligaron a las navieras a desviar sus rutas por el sur de África, incrementando drásticamente los costes y los tiempos de envío.
En este contexto, el liderazgo global corresponde a Estados Unidos, con casi 4 millones de toneladas exportadas en 2024, seguido por potencias como Australia (1,46 millones de tn) y Canadá (569.000 tn).
España, con 495.106 toneladas, se sitúa como un actor clave, especialmente en el ámbito europeo. La tendencia general del mercado, sin embargo, ha sido claramente a la baja, como muestra la evolución de las exportaciones mundiales.
Sin embargo, esta contracción coyuntural enmascara unas macrotendencias estructurales que garantizan la demanda a largo plazo, creando un suelo sólido bajo un mercado en apariencia inestable.
¿Por qué el mundo necesita alfalfa de calidad?
Más allá de las crisis coyunturales, existen macrotendencias globales que aseguran una demanda sólida y sostenida de forrajes importados. Estas fuerzas estructurales son las que garantizan la viabilidad del mercado a largo plazo y se basan en necesidades fundamentales a nivel mundial, creando una demanda de forrajes de élite que pocas industrias en el mundo, como la española, están preparadas para satisfacer de manera consistente.
El primer gran motor es la escasez de recursos hídricos. Países de Oriente Medio, como Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Jordania, enfrentan una escasez crítica de agua.
Para preservar sus reservas estratégicas, han optado por reducir drásticamente el cultivo de forrajes, que son grandes consumidores de agua, y en su lugar importarlos. Esta política les permite mantener sus censos ganaderos y asegurar su producción de alimentos sin agotar sus acuíferos.
En segundo lugar, el incremento del consumo de lácteos actúa como un potente catalizador.
El caso de China es paradigmático: en solo 20 años, el consumo de productos lácteos ha pasado de 4 a 24 kg por habitante al año, un crecimiento del 600%. Para satisfacer esta demanda interna, el censo de vacas lecheras ha aumentado de 5,7 millones en 2001 a 7,1 millones en 2023. Se prevé un fenómeno similar en el Sudeste Asiático, regiones que dependerán crecientemente de las importaciones de forraje para desarrollar sus industrias lácteas.
Finalmente, las condiciones climáticas desfavorables obligan a muchos países a buscar soluciones en el exterior. En naciones con climas muy húmedos, como Tailandia, Filipinas o Malasia, es extremadamente difícil producir forraje de alta calidad localmente. Aunque dispongan de grandes cantidades de forraje autóctono, su bajo valor nutritivo limita la productividad del ganado.
La importación de alfalfa y otros forrajes de alta calidad es una inversión estratégica que puede incrementar la producción de leche en un 15-20%, haciendo sus explotaciones mucho más eficientes y rentables. Estas fuerzas han consolidado a Oriente Medio y Extremo Oriente (China, Corea del Sur, Japón) como los principales polos importadores del mundo.
Las claves del éxito: ¿Qué hace competitiva a la alfalfa española?
El posicionamiento de España como un proveedor de referencia en el mercado internacional no es una casualidad, sino el resultado de una serie de ventajas competitivas estratégicas que le permiten navegar con éxito en un entorno complejo.
El pilar fundamental del éxito exportador español es su robusta industria deshidratadora, un factor no negociable que transforma un producto perecedero en un bien global de alto valor. Este proceso industrial es crucial para conservar las propiedades nutritivas, garantizar la calidad y facilitar su transporte a larga distancia en condiciones óptimas.
A esta capacidad industrial se suma una ubicación y eficiencia logística excepcionales. La posición geográfica de España, con excelentes conexiones marítimas, se ve potenciada por la capacidad para aprovechar los contenedores vacíos que retornan a Asia.
Esta sinergia permite optimizar drásticamente los costes de flete y ser altamente competitivos en los mercados asiáticos. Dicha eficiencia se apuntala con infraestructuras clave como los «puertos secos».
Terminales marítimas interiores en puntos estratégicos como Zaragoza, Monzón o Tamarite de Litera permiten consolidar la carga cerca de las zonas de producción y transportarla por ferrocarril hasta los puertos marítimos de una manera económica, eficiente, rápida y, crucialmente, sostenible, alineándose con las crecientes exigencias de la logística verde global.
Esta obsesión por la calidad y la eficiencia, que como vimos es un motor clave de la demanda en Asia y Oriente Medio, es precisamente donde la industria española marca la diferencia. El sector ha sabido adaptarse a un mercado que prioriza la calidad sobre la cantidad, con compradores que demandan productos puros y de las más altas gamas para maximizar la producción láctea. Al mismo tiempo, demuestra flexibilidad ante la falta de un formato estándar, atendiendo demandas que varían desde balas de 800 kg hasta formatos de 50 kg.
Perspectivas futuras: Desafíos y oportunidades en el horizonte
Tras dos años extremadamente complejos, el mercado mundial de forrajes parece haber encontrado un nuevo equilibrio, permitiendo mirar al futuro con un optimismo cauteloso. Las perspectivas para la campaña 2026 apuntan a una estabilización.
Entre las certezas, se parte de un stock inicial bajo en la mayoría de países exportadores, lo que dinamizará las ventas. Se espera una estabilidad de precios y una recuperación de la demanda en los principales mercados, con la excepción de China, logrando un equilibrio entre oferta y demanda.
Además, un factor clave es la dinámica del mercado europeo: los países productores de la UE han incrementado sus ventas en el mercado interno gracias a los buenos precios de la leche, reduciendo la presión exportadora. La demanda internacional se centrará de forma inequívoca en las calidades más altas (Superior, Extra y Primera).
No obstante, persisten importantes incertidumbres que exigirán una gestión prudente. La evolución del conflicto en el Mar Rojo y la inestabilidad en Oriente Próximo siguen siendo una amenaza para las rutas logísticas. A esto se suman la volatilidad del tipo de cambio Euro/Dólar, una posible política arancelaria más proteccionista por parte de una futura administración Trump en EE.UU. y la evolución de los precios de materias primas sustitutivas.
A medio y largo plazo, las proyecciones macroeconómicas respaldan el crecimiento sostenido del sector. Se prevé que el mercado mundial de productos lácteos crezca de 944 billones de dólares en 2023 a 1,2 trillones en 2028. Simultáneamente, la población mundial alcanzará los 8.600 millones de personas en 2032, lo que incrementará de forma proporcional la demanda de piensos y alimentos de alta calidad.