Con un desafío contundente a los sistemas lecheros de la región y a los productores de pasturas de alfalfa, la ingeniera agrónoma Inés Brance Bonvini (docente de la Universidad Nacional del Litoral) dejó un mensaje claro: “el camino hacia una mayor rentabilidad no pasa por producir más forraje, sino por mejorar radicalmente la eficiencia con la que se cosecha el pasto ya existente”.
Este cambio de paradigma, enfocado en capitalizar lo que ya está en el campo, representa una oportunidad económica crucial que muchos productores están pasando por alto.
El costo oculto de la ineficiencia: Más allá de producir más pasto
El principal obstáculo para la rentabilidad en muchos sistemas lecheros no es la falta de forraje, sino una alarmante brecha en su aprovechamiento. La Ing. Brance Bonvini expuso una realidad incómoda: “los productores están dejando dinero en el campo, literalmente”. Su análisis partió de una afirmación que redefine las prioridades del manejo: «No se trata de producir más pasto, sino de aprovechar mejor lo que tenemos».
Para ilustrar la magnitud del problema, la especialista contrastó el potencial productivo de una pastura, que puede alcanzar los 3620 kg de Materia Seca por hectárea (kgMS/ha), con la cruda realidad del aprovechamiento animal. Los datos son reveladores:
• Aprovechamiento: Apenas un 40% del pasto disponible es efectivamente consumido.
• Remanente (pérdida): Un alarmante 60% del forraje queda en el campo sin ser cosechado.
Esta brecha representa una pérdida directa y cuantificable. Como sentenció Brance Bonvini, «Cada kilo de materia seca que se pierde… es plata que no vuelve». El impacto económico de esta ineficiencia se traduce en cifras contundentes: los 2172 kgMS/ha que quedan en el lote, considerando que en sistemas lecheros 1 kgMS equivale a 1 litro de leche, representan una pérdida potencial de 2172 litros. Con un precio de la leche de 0,34 USD por litro, el costo de no cosechar ese forraje asciende a 407 USD por hectárea.
Una vez entendido el costo real de esta ineficiencia, es fundamental conocer las estrategias de manejo que permiten cerrar esa brecha y transformar las pérdidas en ganancias.
Manejo estratégico: La clave para capitalizar el forraje existente
Ajustar las prácticas de pastoreo según la época del año es una de las herramientas más poderosas para mejorar tanto la calidad del forraje cosechado como la persistencia de la pastura. Un manejo estacional diferenciado permite responder a las necesidades fisiológicas de la planta y maximizar el rendimiento del sistema.
Estrategias para la primavera
Durante la primavera, los fotoperíodos crecientes (días más largos) envían una señal a la planta para que priorice el crecimiento vegetativo. En esta etapa, el objetivo es maximizar la calidad del forraje y la eficiencia de cosecha. Las recomendaciones son claras:
Tácticas para el otoño
En otoño, la estrategia cambia radicalmente. Los fotoperíodos decrecientes (días más cortos) indican a la planta que debe prepararse para el invierno, desplazando el foco hacia la acumulación de reservas en las raíces para asegurar su supervivencia y el rebrote de la siguiente temporada.
Junto con el manejo estacional, la selección genética se presenta como otro pilar fundamental para optimizar el pastoreo.
Genética y medición: «Dato mata relato» en la gestión del pastoreo
La agricultura moderna exige pasar de la estimación subjetiva a una gestión basada en datos concretos. La tecnología y la selección genética ofrecen herramientas precisas para lograrlo.
La elección del cultivar de alfalfa no es un detalle menor, pues existe una diferencia sustancial entre aquellos seleccionados bajo corte y los adaptados al pastoreo directo. Los cultivares de pastoreo ofrecen ventajas claras:
• Menor remanente post-pastoreo
• Mejor capacidad de rebrote basal
• Mayor aprovechamiento por parte del animal
• Porte postrado que protege la corona de la planta
• Mayor cobertura del suelo
• Menor incidencia y competencia de malezas
Para tomar decisiones informadas, es indispensable medir. Brance Bonvini enfatizó que existe una herramienta para cada necesidad y presupuesto, desde métodos directos y de bajo costo hasta tecnologías indirectas de alta precisión, guiadas por la máxima: «LO QUE SE MIDE, SE PUEDE MEJORAR».
El uso combinado de estas herramientas permite ajustar el manejo en tiempo real, optimizando el uso del recurso forrajero para tomar decisiones informadas.
La clave para una mayor rentabilidad en los sistemas lecheros no reside en el desafío de producir más, sino en la disciplina de cosechar de manera eficiente el forraje que ya está disponible.
Aplicando un manejo estacional estratégico, eligiendo la genética adecuada y utilizando herramientas de medición para tomar decisiones basadas en datos, los productores pueden dejar de contar lo que pierden y empezar a medir lo que ganan, convirtiendo el pasto no cosechado de una pérdida invisible en el motor tangible de una ganadería más rentable y resiliente.