«Tenemos todos para crecer»

En Laboulaye, el ministro de Bioagroindustria, Sergio Busso, presentó un ambicioso proyecto de desarrollo alfalfero, impulsado en conjunto con la Cámara Argentina de la Alfalfa, ante productores locales y regionales.

Sergio Busso, ministro Bioagroindustria de Córdoba

Se presentó en las últimas horas una propuesta para transformar a Laboulaye en el polo productivo alfalfero y que a través de esta región Córdoba se posicione a nivel nacional. La iniciativa, que busca capitalizar una oportunidad estratégica de producción, industrialización y exportación, generó una alta expectativa en el sector, que ve en esta propuesta un camino para revitalizar la economía regional y recuperar una identidad productiva histórica.

Según explicó el ministro Busso, la propuesta va más allá de la simple promoción de un cultivo; se trata de un modelo de negocio integral diseñado para transformar la matriz productiva de la zona. El ministro enfatizó que el proyecto se asienta sobre una base de rentabilidad y colaboración, con el objetivo de generar un desarrollo sostenible y escalable para toda la cadena de valor.

El proyecto se estructura sobre tres pilares fundamentales que definen su ciclo completo: producir, industrializar y exportar. El ministro fue claro al señalar que la viabilidad económica es la premisa central que motoriza la iniciativa, afirmando que «nadie invierte y produce si no es para ganar plata», y este modelo ha demostrado ser un vehículo eficaz para lograrlo.

Una de las características más destacadas del plan, según detalló Busso, es su naturaleza flexible y asociativa, que busca integrar a diversos perfiles de actores económicos. El ministro detalló que el proyecto está abierto a:

• Productores con desarrollo previo que ya tienen experiencia en el cultivo.

• Nuevos productores que buscan reconvertir sus campos, por ejemplo, pasando de la soja a la alfalfa por sus beneficios de sustentabilidad.

• Inversores externos al sector agropecuario que desean participar en un proyecto productivo con herramientas favorables.

• Grupos de productores, donde cuatro o cinco pueden «sumar voluntades» para alcanzar la escala necesaria.

Asimismo, se subrayó que el modelo es «escalable», con un punto de partida proyectado de entre 500 y 1000 hectáreas, pero con un enorme potencial para expandirse en el futuro.

Esta estructura flexible, explicó el ministro, se apoya en un conjunto de condiciones favorables que hacen que este sea el momento y el lugar indicados para su lanzamiento.

¿Por qué ahora y por qué Laboulaye?

Según el ministro Busso, el éxito de la propuesta no es una idea aislada, sino el resultado de una confluencia única de factores que posicionan a la región de Laboulaye como el epicentro ideal. La iniciativa se fundamenta en condiciones concretas y ventajas competitivas que garantizan su viabilidad.

Capacidad productiva y logística

Busso destacó la triple capacidad de la zona, que cuenta con los recursos necesarios para producir alfalfa de calidad, la infraestructura para industrializarla y la logística adecuada para posicionarla en los mercados internacionales. «Tenemos que aprovechar esta oportunidad», aseveró.

Un factor crucial que impulsa el proyecto son las herramientas impositivas disponibles para la región. Específicamente, Busso mencionó la «degradación de ingresos brutos» como un mecanismo fundamental que, en palabras del ministro, «va a alentar mucho a motivar inversiones», creando un clima de negocios favorable.

El proyecto ofrece un doble beneficio desde una perspectiva ambiental, de acuerdo con el ministro. Por un lado, el cultivo de alfalfa contribuye directamente a la «sustentabilidad y conservación de nuestros recursos». 

Por otro lado, se presenta como una solución productiva para zonas históricamente afectadas por excesos hídricos e inundaciones, aportando resiliencia al sistema. Esta sinergia llevó al ministro a concluir que el proyecto «cierra por todos lados».

Estas ventajas locales se potencian al mirar hacia el enorme potencial del mercado global que se busca capturar.

El ministro enfatizó que el verdadero motor de crecimiento del proyecto reside en la magnitud del mercado mundial de la alfalfa. La diferencia entre la demanda global y la participación actual de Argentina revela una oportunidad de expansión sin precedentes que esta iniciativa busca capitalizar.

Los datos presentados por Busso fueron, en sus propias palabras, «elocuentes». Destacó que mientras el mundo importa 8 millones de toneladas de alfalfa, la contribución de Argentina es de apenas 140.000 toneladas. Esta disparidad, remarcó, revela el verdadero potencial del proyecto: «Fíjate vos todo lo que tenemos para crecer».

La alfalfa cuenta con una ventaja competitiva fundamental frente a otros cultivos tradicionales. Tal como explicó Busso, al igual que el maní, es un producto que «no tiene retención», lo que la convierte en una alternativa «mucho más rentable que otras producciones que sí están castigadas con las retenciones». Este beneficio fiscal es un pilar clave para la sustentabilidad económica del proyecto a largo plazo.

Este proyecto, señaló, no solo representa una oportunidad económica, sino también la posibilidad de que la región vuelva a ser «protagonista de estos nuevos tiempos», recuperando un rol central en una producción en la que supo ser líder.

Para concluir, el ministro Busso encapsuló el espíritu del proyecto, reconociendo que, a pesar del complejo contexto económico nacional, la clave del éxito radicará en la colaboración y en el espíritu inversor que caracteriza al campo argentino.

Destacó la actitud proactiva del sector al afirmar que, más allá de las dificultades, «el productor siempre está motivado» y dispuesto a escuchar, invertir y desarrollar.

«Ahora la pelota está en nosotros», manifestó Busso que subrayó la necesidad de un «trabajo conjunto entre lo público y lo privado» para que el proyecto sea una realidad».