Argentina, reconocida por su calidad premium, está posicionada para convertirse en un proveedor clave. Sin embargo, para capitalizar esta coyuntura, el sector deberá superar su principal obstáculo: los elevados costos logísticos que hoy amenazan su competitividad en la escena mundial.
El mercado global de la alfalfa está en plena ebullición, con proyecciones que validan una estrategia de expansión para productores como Argentina. La creciente demanda de alfalfa en Medio Oriente no es una tendencia coyuntural, sino el resultado directo de políticas gubernamentales estratégicas, diseñadas para hacer frente a desafíos estructurales en materia de seguridad hídrica y alimentaria.
Esta necesidad sistémica convierte a la región en un mercado estable y de alto potencial para proveedores confiables.
José Brigante, presidente de la Cámara Argentina de la Alfalfa enumeró cuatro factores clave explican este fenómeno:
• Políticas de conservación de agua: La escasez hídrica crónica ha llevado a los gobiernos a tomar medidas drásticas. Países como Arabia Saudita (desde 2018) y Emiratos Árabes Unidos (desde 2006) han prohibido el cultivo local de forrajes para preservar sus limitados recursos de agua dulce, dependiendo casi exclusivamente de la importación.
• Crecimiento de la ganadería: El aumento del consumo de carne y productos lácteos en la región impulsa la necesidad de forrajes de alta calidad para sostener una industria ganadera en plena expansión.
• Especialización del ganado: Más allá del ganado tradicional, la región tiene una demanda específica de dietas premium para animales de alto valor, como camellos de carrera y caballos de polo, donde la calidad nutricional de la alfalfa es un factor crítico.
• Iniciativas de seguridad alimentaria: Los programas gubernamentales están orientados a asegurar un suministro estable y predecible de alimentos para su población, lo que favorece el establecimiento de relaciones comerciales a largo plazo con proveedores internacionales fiables.
Este conjunto de factores ha consolidado a varios países de la región como importadores netos de forraje, con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos a la cabeza.
Dentro del mercado árabe, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) emergen como los dos destinos más estratégicos y de mayor volumen para la alfalfa argentina. Aunque ambos son compradores de gran escala, presentan perfiles de demanda diferenciados que exigen estrategias comerciales adaptadas a sus necesidades específicas.
La marcada diferencia en el formato preferido —fardos para el consumo masivo saudí versus pellets de alto valor para el nicho especializado emiratí— subraya la necesidad de una estrategia de producción y marketing diversificada.
Argentina cuenta con un potencial productivo formidable que lo posiciona como un actor de «calidad premium» en el mercado global. La capacidad del país es vasta, con 3.8 millones de hectáreas dedicadas al cultivo, de las cuales unas 110,000 hectáreas alcanzan la calidad de exportación con rendimientos óptimos de hasta 15 toneladas por hectárea al año. Esta producción de élite se concentra principalmente en las provincias de Córdoba (13.4% del total), Santa Fe (11.0%) y las zonas de riego especializado de Santiago del Estero.
A pesar de este potencial, el país se ubica actualmente como el 12º exportador mundial, una posición que no refleja plenamente su capacidad y que evidencia un amplio margen para crecer, como lo demuestra el salto de $20.2 millones exportados en 2017 a $34.9 millones en 2019. Sin embargo, para que este potencial productivo se traduzca en un dominio de mercado, Argentina debe enfrentar y resolver su principal debilidad: la logística.
Los costos y la infraestructura logística representan el obstáculo más crítico para la competitividad de la alfalfa argentina. Este factor no solo encarece el producto final, sino que también genera una desventaja estructural frente a competidores geográficamente mejor posicionados. Abordar estos desafíos es una condición indispensable para capitalizar la oportunidad que ofrecen los mercados árabes.
Los problemas son multifacéticos: los costos de transporte pueden representar hasta el 50% del precio final del producto, erosionando los márgenes. A esto se suma una desventaja directa en el flete marítimo, que llega a ser dos veces más caro que desde Estados Unidos, su principal competidor. Finalmente, la infraestructura limitada, incluyendo la capacidad portuaria, las redes de transporte interno y las instalaciones de almacenamiento, actúa como un cuello de botella que frena la escalabilidad de las exportaciones.
Hay que implementar un plan de acción integral,
Para consolidar a Argentina como un proveedor líder de alfalfa en el mercado árabe, Brigante recomendó la implementación de un plan de acción integral.
Esta hoja de ruta estratégica se enfoca en alinear la oferta argentina con las demandas específicas de los compradores y en optimizar los procesos para mejorar la competitividad.
Las cuatro estrategias recomendadas son las siguientes:
1. Cumplimiento fitosanitario y de calidad: Garantizar una certificación rigurosa por parte de SENASA es la base de la confianza. Esto implica asegurar que el producto cumpla con los estándares de calidad exigidos (proteína 15-22%, humedad <14%) y esté libre de malezas cuarentenarias y suelo, asegurando la aceptación en los puertos de destino.
2. Adaptación al mercado: La versatilidad es clave para maximizar el valor. Se debe ofrecer el producto en los formatos demandados por cada cliente, como fardos de 20-25 kg para el mercado masivo de Arabia Saudita y pellets premium de alto valor proteico para los nichos especializados de Emiratos Árabes Unidos.
3. Optimización logística: Es imperativo trabajar activamente en la reducción de costos de flete a través de la consolidación de cargas, la mejora de la infraestructura interna y la creación de centros de acopio estratégicos cerca de los puertos para agilizar los despachos y minimizar el transporte terrestre.
4. Generación de valor agregado: Para competir más allá del precio, es fundamental ir más allá de la materia prima. Esto implica potenciar la producción de pellets, explorar certificaciones orgánicas que abran mercados de mayor valor y consolidar una marca país sólida como ‘Alfalfa Argentina’, sinónimo de calidad y confiabilidad.