Argentina y las oportunidades para ser potencia

El sector de la alfalfa en Argentina se encuentra en un punto de inflexión decisivo, impulsado por una demanda global sin precedentes liderada por China y los países árabes. Para Fabián Russo, hay que estandarizar calidad e incorporar tecnología de secado.

Fabián Russo, presidente del Clúster de la Alfalfa de Córdoba, indicó que “el país cuenta con genética de punta, tecnología y un vasto potencial de expansión territorial que lo posicionan para un crecimiento exponencial”. 

Sin embargo, para capitalizar esta ventana de oportunidad única, la industria debe superar dos desafíos críticos e inmediatos: estandarizar la calidad de su producción y resolver la falta de tecnología para el secado industrial del forraje.

El optimismo que rodea a la industria argentina de la alfalfa tiene un claro catalizador: la creciente y sostenida demanda internacional. Se perfila como el principal motor de crecimiento, abriendo una oportunidad única para los productores nacionales que buscan expandir su presencia en los mercados más exigentes del mundo.

Esta demanda está traccionada por dos mercados de escala masiva: China y los países árabes, cuya necesidad de forraje supera la capacidad de los proveedores tradicionales. 

Esta situación crea un escenario ideal para que nuevos competidores con capacidad de crecimiento puedan posicionarse estratégicamente.

En este contexto, la posición de Argentina es particularmente ventajosa. Los principales exportadores mundiales, Estados Unidos y España, han alcanzado un «límite territorial», lo que restringe su capacidad para aumentar la producción de manera significativa. En contraste, Argentina posee un vasto potencial de crecimiento en superficie cultivable, una ventaja estratégica que sus competidores ya no tienen.

Esta confluencia de alta demanda y limitaciones en la oferta de los líderes del mercado prepara el terreno para que Argentina capitalice sus ventajas competitivas inherentes.

Las ventajas competitivas de Argentina: Genética, tecnología y tierra

Para aprovechar la oportunidad global no basta con la existencia de una demanda insatisfecha; es fundamental contar con ventajas competitivas claras que permitan una producción eficiente y de alto valor. 

Según Fabián Russo, Argentina ya posee estos pilares fundamentales, lo que la coloca en una posición de partida inmejorable para dar el salto cualitativo en el mercado mundial.

Las fortalezas del sector pueden sintetizarse en tres áreas clave:

Genética de vanguardia: El país dispone de material genético de primer nivel. En palabras de Russo, Argentina cuenta con «las mejores semillas» y no tiene «nada que envidiarle» a los principales mercados productores, lo que asegura una base productiva sólida y competitiva desde el inicio del ciclo.

Tecnología y producción eficiente: Los productores argentinos ya están a la vanguardia tecnológica. Muchos de ellos han incorporado «la última tecnología del mundo» en sus procesos, lo que se traduce en un «diferencial muy grande» en los rendimientos por hectárea en comparación con España y otros países productores, optimizando el uso de los recursos y maximizando la producción.

Potencial de expansión único: A diferencia de sus competidores, Argentina dispone de «mucho terreno virgen» apto para el cultivo. El argumento de Russo de utilizar «la mejor tierra agrícola» para la alfalfa, ya que el «diferencial de precio lo amerita», representa un cambio de paradigma: eleva al cultivo de forraje a un producto de alta rentabilidad capaz de competir con las materias primas tradicionales por el mejor terreno.

A pesar de contar con esta sólida base de genética, tecnología y tierra, existen obstáculos concretos que deben ser abordados para que el país pueda alcanzar su máximo potencial exportador.

Calidad y secado como prioridades 

Aunque las bases son sólidas y el panorama es alentador, el camino hacia el liderazgo exportador requiere resolver lo que el sector en su totalidad describe como los «puntos que faltan». 

Estos no son debilidades estructurales, sino desafíos técnicos y de proceso que, una vez superados, permitirán a la industria argentina dar el salto definitivo.

Los dos principales obstáculos identificados son los siguientes:

Calidad: Es el primer y más crítico desafío. Para competir al más alto nivel, es imperativo «empezar a trabajar sobre la calidad». Esto implica trascender la producción individual y avanzar hacia un estándar nacional certificable, que garantice un producto homogéneo y confiable capaz de satisfacer las rigurosas especificaciones de los compradores internacionales.

Deshidratación: El segundo cuello de botella es la falta de tecnología para el procesamiento del forraje a escala industrial. Russo destaca la necesidad de incorporar «algún elemento que sea para el secado». Esta capacidad es fundamental para la conservación del producto, su logística y su acondicionamiento para la exportación.

La superación de estos dos puntos es la clave que separa a la industria de su objetivo. Sin una calidad estandarizada y una tecnología de secado industrial, la meta de convertirse en el segundo exportador mundial es inalcanzable, ya que Argentina no podría ofrecer un producto consistente y de grado exportador al volumen requerido. La resolución de estos desafíos técnicos se alinea, además, con una visión más amplia de la industria que integra la sostenibilidad como eje estratégico.

Más allá de la producción y la rentabilidad, el futuro del sector también se debate en clave de sostenibilidad. Consultado sobre el rol del cambio climático y el cuidado del suelo en el evento, Fabián Russo coincidió enfáticamente en su importancia, demostrando que el crecimiento responsable es un pilar estratégico para la industria.

Russo subraya el vertiginoso avance que ha logrado el sector en un corto período. «Te puedo decir que en 3 años arrancamos de menos cero […] y hoy estamos en seis puntos», afirma, ilustrando una curva de aprendizaje y desarrollo acelerada. Este progreso sienta las bases para un futuro aún más prometedor, siempre que se mantenga el foco en las prioridades correctas.

La sostenibilidad se aborda desde un doble enfoque. Por un lado, se pone énfasis en el cuidado del suelo, considerado «el sustento de la semilla» y la base donde se aplica la tecnología genética. Por otro, se presta especial atención a las emisiones, reflexionando sobre «qué emitimos a la atmósfera», lo que demuestra una estrategia de producción consciente de su impacto ambiental.

Con estas bases y una visión clara, el optimismo es la nota dominante. Fabián Russo concluye con una afirmación contundente que resume el sentir de toda una industria: Argentina está a «un pasito muy chiquitito» de convertirse «quizás en el segundo exportador del mundo». Una meta ambiciosa, pero cada vez más cercana.