Del champán a la alfalfa deshidratada

El Congreso Mundial de Alfalfa tuvo su cuarta edición en Reims, Francia. Para Dan Putman fue un “pequeño club de personas calificadas”, mientras que Daniel Basigalup lo catalogó como un “campeonato mundial”. Cobertura exclusiva de TodoAlfalfa.com.ar

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El IV Congreso Mundial de Alfalfa, celebrado en la emblemática región de Reims, Francia, se consolidó como el epicentro de la cadena productiva global. Esa ciudad ubicada al noreste de Francia es famosa por su historia, su arquitectura y su destacado champán que se produce desde hace siglos y cuenta con algunas de las bodegas más antiguas del mundo.

El evento fue un punto de encuentro crucial, un “pequeño club de personas calificadas” al decir de Dan Putman, que reunió a los productores, investigadores y empresas más influyentes de más de treinta países para debatir el futuro de un cultivo estratégico. 

Lejos de ser una simple reunión académica, el congreso representó el “campeonato mundial” del sector, según Daniel Basigalup. Fue un espacio donde los actores más importantes de la industria compartieron innovaciones, analizaron tendencias y forjaron alianzas. 

Este encuentro de alto nivel trazó un mapa complejo y dinámico del presente y futuro del forraje, revelando los grandes ejes que definen la agenda global: las tensiones de un mercado globalizado, la carrera por la innovación tecnológica, el surgimiento de nuevos paradigmas nutricionales y una visión disruptiva que desafía los cimientos mismos de la producción forrajera.

El congreso ofreció una panorámica detallada de las dinámicas globales que moldean el comercio de la alfalfa. Analizar estas realidades regionales es una necesidad estratégica para comprender las fuerzas que impulsan la oferta, la demanda y los precios. 

Desde la insaciable demanda china hasta el delicado equilibrio ecológico en Norteamérica y el modelo cooperativo europeo, las estrategias de cada región definen colectivamente el futuro del sector.

La paradoja china: El gigante que impulsa y desequilibra el mercado

La ponencia de Baoming Ji, de la Alianza Nacional de Innovación Industrial y de Productos Forrajeros de China, fue una revelación sobre la metamorfosis del sector en el gigante asiático. 

En tan solo una década, impulsada por una ambiciosa iniciativa gubernamental para desarrollar su industria láctea, China ha transformado la alfalfa de un cultivo de subsistencia a una industria moderna y comercial. 

Las cifras son elocuentes: el área cultivada se multiplicó por 6.3, mientras que la producción comercial explotó, aumentando 37 veces.

Sin embargo, este crecimiento esconde una paradoja fundamental. A pesar de consolidarse como el segundo productor mundial, China solo logra cubrir entre la mitad y dos tercios de su demanda interna. 

Con una producción anual de 6 millones de toneladas frente a una necesidad proyectada de 10 a 13 millones, el país enfrenta un déficit estructural masivo. Este desequilibrio se ve agravado por desafíos internos que consolidan su rol como un comprador indispensable en el mercado global:

• Dependencia genética: El 80% de las semillas de alta calidad son importadas, principalmente de EE. UU. y Europa.

• Escasez de agua: El recurso hídrico es el «cuello de botella» más crítico para la expansión del cultivo.

• Altos costos: Los elevados precios de arrendamiento de tierras y la logística sitúan el costo total entre 1.000 y 1.700 yuanes por tonelada, muy por encima de otros grandes productores.

El modelo europeo: Cooperativismo, eficiencia y foco en el mercado interno

Las visitas técnicas en Francia, según las observaciones de José Brigante, presidente de la Cámara Argentina de la Alfalfa, revelaron un modelo de negocio marcadamente diferente. 

Las plantas procesadoras, en su mayoría cooperativas construidas con apoyo estatal y créditos subsidiados, están diseñadas para abastecer prioritariamente al mercado interno. La exportación es una actividad secundaria, destinada únicamente a los excedentes de producción.

Este sistema, adaptado a las condiciones climáticas locales con un costoso proceso de doble secado para manejar la alta humedad del forraje, fue analizado con interés por la delegación internacional. 

Sin embargo, para productores como Mauro Bollatti de Pellfood e integrante de la Cámara Argentina de la Alfalfa, este modelo resulta poco aplicable en el contexto argentino, al considerar que las inversiones requeridas son inviables y poco necesarias en las zonas productoras de su país, donde las condiciones climáticas permiten procesos más directos y económicos.

La tensión entre estos modelos productivos y las realidades del mercado global impulsa a todos los actores a una búsqueda incesante de soluciones a través de la tecnología y la optimización de procesos.

La carrera por la eficiencia: Innovación tecnológica, el eje del debate

La conversación en Reims dejó claro que la innovación tecnológica ya no es un motor de ventajas competitivas, sino el coste de entrada para sobrevivir en un mercado global definido por la volatilidad energética y las crecientes exigencias de calidad. 

El congreso y las visitas técnicas posteriores demostraron que la eficiencia, la sostenibilidad y la adaptabilidad son los pilares sobre los que se construye el futuro del procesamiento de forrajes.

Según el análisis de José Brigante, el debate tecnológico en el congreso giró en torno a cuatro ejes temáticos que definen la agenda de modernización del sector:

1. Innovación en secado, compactado y pelletizado: Con un énfasis crucial en mantener el color verde y los valores proteicos, se observa una clara tendencia hacia la adopción de sistemas de secado controlado para garantizar la estabilidad y calidad del producto final.

2. Eficiencia energética y sostenibilidad: Impulsada por los altos costos, se vive una «carrera hacia la eficiencia» en Europa, donde la optimización de consumos, la recuperación de calor y el uso racional de recursos son prioritarios.

3. Calidad nutricional y valorización: El sector se aleja de la venta a granel para enfocarse en la valorización comercial basada en parámetros técnicos objetivos como proteína, fibra digestible y color, fortaleciendo la confianza del comprador.

4. Adaptación de tecnologías a distintas escalas: La tendencia apunta a una «tecnificación flexible», donde las innovaciones en maquinaria, sensores y automatización se adaptan a las necesidades específicas de cada empresa, en lugar de imponer soluciones únicas.

Más allá del forraje: La nueva frontera del valor agregado

El congreso evidenció un cambio de paradigma fundamental en la industria: la alfalfa está transitando de ser vista como un simple commodity forrajero a ser considerada una materia prima estratégica. Este nuevo enfoque se centra en la nutrición de precisión, el desarrollo de productos de alto valor añadido y la cuantificación del impacto económico real en la explotación ganadera.

Adaptando la alfalfa a cada especie

Las ponencias de Patrick Boone y Cédric Letissier dejaron claro que el valor de la alfalfa se maximiza cuando su aplicación se adapta a las necesidades específicas de cada especie, respondiendo a las exigencias de la ganadería moderna.

• Caballos: Se posiciona como una opción «natural» por su alto contenido proteico y su perfil de azúcares, siendo un componente fundamental en sus raciones.

• Vacas lecheras: Es un ingrediente clave para la «nutrición de precisión». Su fibra de alta calidad garantiza la seguridad digestiva, un factor crítico en sistemas robotizados donde la producción por animal aumenta y las dietas se intensifican.

• Gallinas ponedoras: Se utiliza en formatos como pequeñas pacas como elemento de enriquecimiento ambiental, contribuyendo directamente al bienestar animal, una demanda creciente de los consumidores.

En este contexto, Letissier subrayó un atributo no negociable para los animales de alta producción: la consistencia. Un producto industrializado garantiza una ración idéntica los 365 días del año, algo que la alfalfa de producción propia, con variaciones entre cortes, no puede ofrecer.

La visión de la nueva generación de investigadores

El formato de presentaciones de 180 segundos reveló una oleada de innovación impulsada por jóvenes investigadores, quienes están redefiniendo la cadena de valor de la alfalfa desde la planta hasta la gestión de datos.

• Sara Orbach: Propone una nueva «vía de valorización» para el tallo de la alfalfa, a menudo subestimado por su alto contenido de fibra. Su investigación explora el potencial de transformar este subproducto en biomateriales industriales de alto valor, como aislantes o refuerzos para hormigón.

• Morgane Simonnet: Presentó Hippomix Duo, un alimento para caballos de carrera diseñado para combatir los problemas gástricos que afectan al 80% de estos animales. La fórmula combina alfalfa refinada en fibras finas, remolacha y aceite de linaza para reducir la acidez estomacal y proporcionar energía segura.

• Geet Raju: Describió Hay-Ted, un sistema de monitoreo basado en IA. Mediante sondas de temperatura en las pacas y algoritmos en la nube, la herramienta estima la calidad del heno (proteína, NDF, RFV) con más del 85% de precisión, sin necesidad de análisis de laboratorio, permitiendo una gestión proactiva del forraje.

El desafío pendiente: Cuantificar el retorno económico

Innovaciones como Hippomix Duo y Hay-Ted demuestran un avance hacia productos y servicios de mayor valor, pero aterrizan directamente en el desafío expuesto por el Dr. Qamar Shakil, de Pakistán: la industria aún debe establecer una conexión cuantificable entre las mejoras en la calidad del forraje y la rentabilidad real a nivel de explotación. 

Según Shakil, pocos estudios conectan las ganancias biológicas con los costos de insumos o la dinámica del mercado, dejando a los productores sin incentivos claros para adoptar tecnologías de mayor calidad. Su llamado fue contundente: es necesaria una colaboración interdisciplinaria entre agrónomos, científicos animales y economistas para desarrollar modelos holísticos que vinculen los análisis biológicos con los resultados económicos y ambientales.

Mientras la industria se esfuerza por maximizar el valor de cada fibra de alfalfa, una voz disruptiva en el congreso fue más allá, cuestionando la base misma del sistema: el monocultivo.

Una visión disruptiva: ¿El fin de la monotonía en las pasturas?

En un congreso centrado en optimizar el monocultivo de la «reina de las pasturas», la ponencia de Pablo Gregorini funcionó como una provocación intelectual necesaria, cuestionando no los «cómo» de la producción, sino el «porqué» fundamental de un sistema que él diagnostica como inherentemente frágil. 

Como director del Laboratorio de Producción Pecuaria Pastoral de la Universidad de Lincoln en Nueva Zelanda, desafió el paradigma del monocultivo, argumentando que la ganadería pastoril enfrenta una profunda crisis derivada de la «monotonía dietaria».

El concepto central de Gregorini es que los sistemas de monocultivo, aunque productivos, son inherentemente «frágiles», «no diversos» y «carecen de resiliencia». Sostuvo que obligar a los animales a alimentarse de una «ensalada única» viola cuatro de las cinco libertades del bienestar animal al suprimir su capacidad de autorregular la dieta. Este desequilibrio forzado conduce a un uso ineficiente de nutrientes, lo que a su vez genera una excreción excesiva de nitrógeno al medio ambiente, contaminando las fuentes de agua y degradando los ecosistemas.

Frente a este diagnóstico, Gregorini propuso la «diversidad funcional» como solución. Este paradigma no consiste simplemente en mezclar especies, sino en ofrecer a los animales un «bufet» de forrajes distintos (como raigrás, trébol rojo y achicoria) dispuestos en franjas, permitiéndoles elegir según sus necesidades nutricionales y medicinales. Los resultados de sus ensayos, realizados a lo largo de más de 15 experimentos, fueron contundentes:

• Un aumento promedio del 48% en la ganancia de peso vivo.

• Una reducción del 30% en la excreción de nitrógeno.

• Una mejora del 80% en el estado antioxidante de los animales, un claro indicador de menor estrés fisiológico.

El impacto más revolucionario de su investigación se encontró en la calidad de la leche y la carne, que se transformaron en alimentos funcionales con propiedades nutracéuticas directas para la salud humana.

Para cerrar el círculo, el equipo de Gregorini realizó un ensayo clínico pionero, analizando la sangre de personas que consumieron carne de animales criados bajo su sistema. Los resultados demostraron que el consumo aumentó metabolitos que ayudan a reducir la producción de colesterol (considerada una «estatina natural») y disminuyó una neurotoxina asociada a enfermedades renales.

El trabajo de Gregorini replantea eficazmente los productos de origen animal no como commodities, sino como potenciales sistemas de entrega para la salud humana, abriendo nuevas vías para la creación de marcas premium y la diferenciación de mercado basadas en afirmaciones nutracéuticas validadas científicamente. Su conclusión fue una poderosa llamada a la reflexión para toda la industria: «Solo curándolos a ellos, nos curamos a nosotros mismos. En última instancia, nuestra salud es el eco de la forma en que los hacemos pastorear.»

Escribe Alexis Zegatti con colaboración de Pilar Domínguez, Daniela Torres y Antonio Lozano