El médico de la alfalfa

Alejandro Brasca es un cirujano de la ciudad santafesina de Rafaela que se divide entre sus dos pasiones, el quirófano y la producción de alfalfa que es destinada al consumo de sus animales. Una historia de pasión, legado familiar y de arraigo.

A primera vista, el quirófano y el campo parecen universos paralelos, regidos por lógicas distintas. Uno exige la precisión milimétrica del bisturí; el otro, la paciencia para entender los ciclos de la tierra. Sin embargo, en la figura de Alejandro Brasca, estos dos mundos no sólo coexisten, sino que se fusionan en una historia de vocación y herencia. 

Durante la «gira alfalfera» organizada por TodoAlfalfa, tuvimos la oportunidad de conversar con este cirujano y productor, una persona que personifica la simbiosis entre la disciplina de la medicina y la pasión por la cría. Su trayectoria revela cómo la tradición familiar y la excelencia profesional pueden entrelazarse para forjar un camino único, donde la bata blanca y las botas de trabajo son dos caras de la misma moneda.

Dos mundos, un compromiso

Analizar la trayectoria de Alejandro Brasca es adentrarse en el estudio de un equilibrio magistral. Su capacidad para gestionar con éxito dos carreras tan absorbentes como la cirugía y la producción agropecuaria demuestra no sólo una notable habilidad para la administración del tiempo, sino una profunda y auténtica conexión con ambas disciplinas, cada una nutriendo a la otra de maneras inesperadas.

• La precisión del cirujano: La carrera médica de Lastra está marcada por el rigor y la alta exigencia. Como cirujano general, hoy enfoca su práctica en la cirugía abdominal y, más específicamente, en las hernias. Sin embargo, su pasado profesional ilustra una dedicación absoluta: hubo épocas de guardias constantes y un ritmo frenético que alcanzaba entre 60 y 70 cirugías mensuales. Esta experiencia forjó en él una disciplina metódica y una capacidad de concentración que hoy traslada a sus proyectos fuera del quirófano.

• El pulso del campo: Aunque se crió entre cultivos y animales, su incursión formal como productor comenzó hace siete años, cuando inició un proyecto de cría de ganado que utiliza alfalfa para consumo propio. Cuando se busca una válvula de escape a la presión, Lastra nombra primero al rugby, pero reserva un afecto más profundo para el campo: «El campo me encanta», afirma, diferenciando el desahogo del deporte de la pasión por la tierra. Es el lugar donde la planificación a largo plazo reemplaza la inmediatez de la sala de operaciones.

El equilibrio no es solo para el circo

Gestionar esta dualidad ha requerido una evolución consciente de sus prioridades. Lejos de ser una simple cuestión de tener más tiempo, la transición de Brasca se basa en la aplicación de habilidades perfeccionadas. 

La misma intensidad y disciplina metódica que le permitieron afrontar 70 cirugías al mes son las que hoy aplica para gestionar estratégicamente un rodeo de 350 vientres. Al reducir su carga horaria en la medicina, no solo ha liberado horas, sino que ha redirigido un enfoque de alta precisión hacia el crecimiento de su proyecto ganadero.

Esta dualidad profesional, lejos de ser una contradicción, es el reflejo directo de las raíces familiares que dieron forma a su identidad y a su destino.

Un legado familiar

Para entender esta historia es fundamental entender su linaje. Su incursión en el campo no es una aventura casual, sino la continuación de una herencia profundamente arraigada, un legado transmitido de generación en generación que valora tanto el conocimiento académico como el saber práctico de la tierra.

Su abuelo, un hombre de campo con solo tercer grado de educación, construyó un porvenir a base de esfuerzo. Su padre, en cambio, se convirtió en el primer universitario de la familia, graduándose como cirujano en Rosario. 

La historia, sin embargo, se repite con una fuerza asombrosa: tras formarse, el abuelo le pidió a su padre que regresara para hacerse cargo del campo. Décadas después, Alejandro seguiría un camino casi idéntico, demostrando un patrón generacional donde los hijos parten en busca de una educación superior para luego regresar a sus raíces rurales, pero dejó algo en claro: “libertad a sus hijos para que decidan el camino a seguir”.

El regreso a sus orígenes

En un punto crucial de su carrera, Alejandro se encontró en una encrucijada. Una prometedora trayectoria como cirujano le esperaba en el prestigioso Hospital Británico de Rosario, pero en Rafaela surgía una oportunidad única de estar cerca de la familia y el campo. 

Junto a su esposa, tomó la decisión que definiría su futuro. «Creo que es lo mejor que hice», afirma con la convicción de quien mira hacia atrás y reconoce un punto de inflexión. Fue una elección que priorizó el legado y la calidad de vida sobre el ascenso profesional convencional.

Este profundo respeto por la tradición no le impide mirar hacia adelante, aplicando una visión innovadora a su negocio agropecuario.

Los planes de expansión son la evolución natural de su legado familiar. Su enfoque se centra en un crecimiento medido y sostenible, donde la adopción de nueva tecnología se perfila como la clave para optimizar la producción y explorar nuevas oportunidades de negocio.

Su proyecto de cría tiene una hoja de ruta bien definida, con metas específicas que guían su estrategia:

    ◦ Meta principal: Alcanzar los 500 vientres productivos una vez finalizado el proceso de selección y descarte, estabilizando la calidad genética del rodeo.

    ◦ Estado actual: Cuenta con aproximadamente 350 vientres.

    ◦ Estrategia: Aplica un proceso continuo de selección, descarte y reposición. Cada decisión busca mejorar la calidad genética y la eficiencia del rodeo.

Buscando profundizar en la alfalfa 

Aunque hoy su producción de alfalfa se destina al autoconsumo, no descarta expandir esta faceta de su negocio. Su ubicación estratégica, en el corazón de la «cuenca lechera» argentina, presenta una oportunidad de mercado que admite estar «explorando». La posibilidad de abastecer a terceros es una vía de crecimiento que evalúa con el mismo rigor con que planifica una intervención quirúrgica.

La gira alfalfera le permitió evaluar de cerca las últimas innovaciones del sector. De todas las tecnologías observadas, su interés se centró particularmente en el peletizado. Su análisis es estratégico y pragmático: percibe el peletizado como una opción con una inversión inicial potencialmente menor y una logística de comercialización más sencilla en comparación con las grandes plantas de secado y compactado, lo que la convierte en una alternativa atractiva para una futura expansión.

Detrás de la capacidad de Alejandro Brasca para manejar múltiples responsabilidades y planificar el futuro con confianza, se encuentran los cimientos invisibles pero indispensables de su entorno personal y sus valores. La familia y una filosofía de vida basada en la libertad son el verdadero motor que impulsa su doble vocación.

Subrayó sin dudar el rol crucial de su esposa como un «sostén» incondicional. Reconoce que su apoyo fue fundamental, especialmente durante los años más demandantes de su carrera médica, cuando las guardias y las largas jornadas implicaban ausencias frecuentes del hogar. Esa estabilidad en casa fue la que le permitió construir su carrera y, posteriormente, embarcarse en sus proyectos en el campo.

Su filosofía sobre la continuidad familiar en el negocio es un reflejo de su propia experiencia. Así como a él nadie lo presionó para seguir un camino determinado, ofrece una libertad total a sus hijos —uno estudiando Economía Empresarial y el otro Ingeniería de Sistemas—. La puerta del campo, asegura, siempre estará abierta para ellos si deciden sumarse en el futuro, pero la elección será enteramente suya.

El uso digital y la convergencia de sus pasiones

El usuario de instagram define a la perfección al entrevistado: “doctor.rollos” sintetiza su carácter multifacético, Creado por su hija, el nombre es un ingenioso juego de palabras que alude «a la profesión, a la panza, quizá, y bueno, y lo de los rollos», cerró entre risas.