Enseñanzas dejadas por la sequía extrema

El ingeniero Juan Lus explicó la crisis que dejó la sequía continuada en la región centro a la que calificó de “anormal” y la “gestión de riesgo forrajero”. También abordó la compactación de suelos y su efecto magnificando las sequías.

Foto N° 1: festucas en suelos compactados de Rojas (Prov. De Bs As)

En su columna para TodoAlfalfa, el especialista Juan Lus aborda la problemática que dejó la sequía extrema, pero en su análisis nos lleva a analizar la enseñanza que dejó la sequía continuada en la región centro a la que calificó de “anormal” y la “gestión de riesgo forrajero”. También abordó la compactación de suelos y su efecto magnificando las sequías.  

Introducción

Los últimos dos años, (2021-2022 y 2022-2023), se han caracterizado por ser períodos extremadamente secos para la región pampeana. El impacto de la sequía continuada y la dimensión geográfica alcanzada, han generado un contexto de crisis notable.

Hoy, la mayor parte de la región ha recuperado sus niveles hídricos, e incluso, en ciertas áreas, los volúmenes de agua caída han excedido los niveles de recuperación necesarios provocando severos problemas en sentido inverso.

En este contexto, un pensamiento lineal que únicamente contemple la superación de la crisis sólo por la recuperación de las lluvias, parecería ser no solamente mezquino, sino por lo menos, de escasa inteligencia. En virtud de esto, cabe hacerse varias preguntas que permitan reunir un conjunto de enseñanzas producto de este evento.

¿La ocurrencia de este fenómeno fue “anormal”? ¿Cuáles fueron los impactos de la ocurrencia?, ¿En caso que se repita, qué cuestiones podrían morigerarse?. Éstas y otras tantas preguntas deberían surgir para dimensionar la magnitud del impacto y sus por qué, pero por sobre todas las cosas, para determinar condiciones que permitan prevenir futuros eventos de naturaleza negativa que afecten a los sistemas productivos.

Quizás algunas de las preguntas no sea posible responderlas con la precisión pretendida, pero eso no impide que tengan la utilidad necesaria para proveer un aprendizaje indispensable.  

La sequía “anormal” y la “gestión de riesgo forrajero”Los fenómenos de carácter errático suelen considerarse como “anormales” contra la situación subjetiva de “normalidad”. Este proceso es cuasi de autodefensa y parecería liberar de la responsabilidad de anticipar su posible repetición. Sin embargo, si ella ocurre con cierta frecuencia, dejaría de ser de carácter errático para estar dentro del marco de una posible “normalidad”.

Pero, ¿qué es un año normal?  La normalidad parece ser una descripción climática completamente subjetiva y que respondería a la ocurrencia de eventos de modo frecuente, repetitivo y esperable. Como tal, para poder determinar cómo sería un año “normal”, es necesario parametrizar de alguna manera la variable precipitaciones al menos, y sus fluctuaciones más frecuentes.

Considerando de modo absolutamente arbitrario una disminución del 20% de la precipitación media de un sitio como un año de sequía, y en sentido opuesto uno de excesos hídricos, podría ser posible estudiar en una determinada serie histórica, la frecuencia de ocurrencia de años con déficit y/o excesos. A modo de ejemplo, se realizaron dos análisis de áreas pampeanas completamente diferentes como San Carlos de Bolívar (Prov. De Bs As) y Rafaela (Prov. De Santa Fé). (Ver gráfico N° 1 y N° 2).

En ambos casos, la línea negra que atraviesa los gráficos, demarca el promedio de lluvias de la serie. Las columnas amarillas identifican los años de déficit (-20% por debajo de la media); las rojas los años de excesos (+20%); y las azules los que estarían dentro de lo considerado arbitrariamente como “normales”.

No se consideran para el análisis ni la distribución de las lluvias, ni la evapotranspiración, ni la capacidad de retención de los suelos, ni ningún otro parámetro más que las precipitaciones. El motivo es debido a que la intención no es hacer un análisis científico de los casos, sino uno utilitario que permita expresar ciertas ideas de carácter práctico-didáctico respecto de los “años normales”.

Gráfico N° 1: Precipitaciones de San Carlos de Bolivar Serie 2000-2022.  (Gentileza de Alfredo Alzueta).

Frecuencia de años con déficit: 21,7%

Frecuencia de años con excesos: 21,7%

Frecuencia de años “normales”: 56,6%

Gráfico N° 2:Serie de precipitaciones en Rafaela Serie 1997-2023. (Gentileza de Fernando Nicola).

Frecuencia de años con menos del 20% de la media anual de precipitación: 23%

Frecuencia de años con más del 20% de la media de precipitación: 19%

Frecuencia de años “normales”: 58%.

En virtud de los datos presentados para ambas localidades, podría determinarse que solo del 50 al 60% de los años son “normales”, mientras que los años de excesos están representados en un 20%, mientras que aquellos con déficit en un 20-23% de los casos.

De este modo, ¿podría decirse en términos prácticos que las sequías y excesos son “anormales”? Si uno de cada 5 años tiene un déficit y con la misma frecuencias existen los excesos, no sería eso una verdadera situación de “normalidad” pero con menos frecuencia?.

Si esto así fuese, se debería dejar de mencionar las situaciones de déficit y de excesos como ocasionales para considerarlos como parte de una lógica de alternancia de oferta hídrica. Siendo así, una de las enseñanzas que esta terrible sequía debería dejar, sería la de tomar en cuenta que, de cada 10 años, 2 o 3 de ellos pueden estar caracterizados por sequías más o menos intensas, y otro tanto, podría estar dado por excesos de agua.

Estas consideraciones deberían articularse con acciones preventivas que tiendan a funcionar como fusibles cuando esos años extremos aparezcan. A este concepto de recurrencia y a las acciones que desencadenen los mismos, podrían definirse como “Gestión del riesgo forrajero”. Ello pretenderá parametrizar el nivel de riesgo climático con el rango de medidas que podrían adoptarse como método de prevención.

  • Para ejemplificar:

Para el caso de Rafaela, donde la frecuencia de años con lluvias en la media y sequías representan un 80% de los años, podría decirse que sembrar un lote con potencial acumulación de agua con excesos de lluvias con alfalfa, determinaría que existe un 20% de riesgo de perderla coincidente con la frecuencia de aparición en años de muchas lluvias; mientras que en las partes más altas y/o drenadas puede considerarse potencialmente no riesgoso.

De modo inverso, siendo esta localidad limitante ambientalmente para las gramíneas templadas perennes por excesos de temperatura y falta de agua, sembrar una festuca en las partes altas y medias puede representar solo un 20% de éxito (2 de cada 10 años), mientras que los riesgos de perderla disminuyen si se sembrase en las partes más bajas, donde años de lluvias medias podrían ser beneficiosos, y años de excesos, no la afectarían demasiado.

También en este caso, a su vez tendría un 20% el riesgo de perderla en los años secos aún en las partes más bajas del terreno. Esto no invalida que puede haber varios años seguidos de un evento u otro, lo cual no debería confundir el análisis. La diversificación del riesgo forrajero debería gestionarse para que con una composición de lotes apropiados en cuanto a la conformación de las especies que se utilicen, cumplimenten el objetivo de no quedarse sin oferta forrajera por jugar todo a cara o seca.

Para clarificar este último punto, en los años de fuertes excesos en Rafaela se pregonaba “el fin del reinado de la alfalfa”, cuando sólo el 20% de los años acurre un evento de esa naturaleza que diezma los alfalfares, siendo que el 80% restante del período, sus capacidades productivas son inmejorables.

La pregunta allí en esos años debería ser: ¿Se está dispuesto a no usar alfalfa cuando el 80% de los años es un éxito y el 20% del período es posible fracaso? Está claro que esos años fueron extremos y continuados, y cualquier voluntad puede quebrarse con repetidos fracasos, pero poniéndolo en perspectiva, es claro que sería un error dejar de usarla.

Sólo sería apropiado “gestionar el riesgo” de su uso en ambientes de mayor posibilidad de problemas de persistencia por excesos de agua. Del mismo modo, habría que hacer lo opuesto con las gramíneas mencionadas gestionando “cuánto” se está dispuesto a aceptar como fracaso en tal o cual posición del terreno o lote considerando la probabilidad de ocurrencia de cada evento.

Para el caso de Bolívar y buena parte de la provincia de Buenos Aires, la situación fue opuesta para la última serie de años extremadamente secos, donde muchos productores que perdieron sus gramíneas argumentaban que no usarían más estas especies a pesar de haber funcionado de modo eficiente 28 de los últimos 30 años.

Lo que es claro es que estos eventos volverán a ocurrir con ocurrencia desconocida pero con una frecuencia aproximada a la considerada en los dos ejemplos analizados. Por este motivo, no deberían ser consideradas “ocasiones especiales”, sino que deberían estar dentro de un marco de planificación concreta.

De esta manera, podrían utilizarse estos ejemplos como estratégico-globales en el planteo de largo plazo que intenta contener eventos desfavorables en general y no sólo sequías.

Desde lo particular, a escala de predio, la extrema sequía ha permitido visualizar algunos aspectos que es necesario analizar para comprender y dimensionar, de manera que se pueda contener el impacto ante situaciones extremas, sean tanto sequías como anegamientos ante lluvias extremas.

La compactación de los suelos magnifica las sequías.

Los repetidos ciclos de uso de los suelos carentes de manejos que permitan compensar la intensidad de su utilización, muestran su peor cara ante estos eventos de extrema sequía. La extracción de nutrientes no compensada por reposiciones, conlleva entre otras cosas, a un proceso de acidificación que impacta en las capacidades productivas de los suelos con variada intensidad dependiendo de las especies y manejos utilizados.

Además de ello, este fenómeno sumado a la mínima reposición de material orgánico, ha provocado la caída de los niveles de materia orgánica. Esta dinámica no sólo ocurre en procesos de agriculturización como se cree, sino también en ámbitos ganaderos donde la conveniente reposición no se realiza adecuadamente, comportándose como una ganadería extractiva.

El desbalance ocasionado en los suelos por una extracción no controlada de nutrientes y material orgánico, ocasiona una notable desestabilización de los agregados. En este contexto, el tránsito de maquinarias y de animales, provoca densificaciones de variada intensidad y a distinta profundidad en los suelos.

Esto es dependiente del tipo de suelo y de los niveles de humedad que los mismos contengan cuando se produzca el tránsito mencionado. Lo que está claro, es que el problema ante situaciones de precipitaciones dentro de la media climática, quedará relativamente oculto por contar con una buena disponibilidad de agua, pero ante eventos que se desfasan del mencionado parámetro, surgirán severos problemas.

Dependiendo del tenor de la compactación, ésta puede determinar el perfil efectivo de acumulación de agua. Si la disponibilidad de lluvias es acotada, esta capa densificada va a determinar el perfil posible de acumulación y extracción por parte de las plantas.

En el caso de las gramíneas se verá un escaso desarrollo aéreo y radical (ver foto N°1), mientras que aquellas plantas  de raíz pivotante, afectará al desarrollo en general. La visualización del problema en estas plantas, serán ramificaciones y ángulos cerrados de crecimiento en las raíces, ya que éstas, intentan atravesar las mencionadas capas densas (ver foto N° 2). Ante este evento, estas capas determinarán el volumen de suelo capaz de contener agua.

Cuando esto ocurre, ante el déficit hídrico producto de una sequía, rápidamente se resiente la capacidad productiva del cultivo mostrando un crecimiento más o menos detenido, dependiendo de la intensidad de la sequía. En años extremos como la última campaña, puede ocurrir un detenimiento completo del crecimiento (ver fotos N°3 y N°4) que suele adjudicarse a otros factores.

Foto N° 3 y N°4: cultivo de alfalfa sobre un lote con compactación subsuperficial fuerte y ante extremo déficit hídrico (Izq). Sobre la derecha, diferencia de crecimiento aéreo y subterráneo ante capas compactadas (San Cristobal 2023).

En oposición, cuando las precipitaciones son abundantes, este fenómeno altera la normal infiltración, con lo cual, el agua que no puede penetrar en el suelo, correrá sobre la superficie pudiendo ocasionar erosión. En el caso que la superficie sea plana, los excesos de agua que no puedan penetrar en el suelo, quedaran en el mencionado estrato provocando un anegamiento del perfil, incluso con escasas lluvias.

La compactación puede ocurrir en diferente magnitud y profundidad. La descompactación mecánica no es una solución sostenible en el tiempo si no se logra una estabilidad de los agregados del suelo que permitan sostenerla en el tiempo. Si ello no ocurre, los perfiles densificados volverán a aparecer en el corto plazo a pesar de la descompactación mecánica realizada.

Para diagnosticar apropiadamente la situación, no sólo es necesaria la observación del estado de raíces como se ha mencionado, sino que se recomienda un adecuado análisis de suelo que incluya los parámetros químicos y físicos convencionales; pero además, un correcto monitoreo de los lotes con penetrometría que identifique a qué profundidades se encuentran las capas densificadas, y que características poseen.

Con estos datos objetivos, chequeados a su vez a campo mediante observación, puede definirse qué acción combinada sería la apropiada para revertir el problema de manera sostenida. La solución a la densificación no es instantánea y requiere de un plan a plazo que revierta sus efectos (ver foto N° 5).

Foto N°5: penetrometría de lote en alfalfa. Santa Fé 2023.

Diagnosticar y resolver la compactación es una necesidad imperiosa si se quiere minimizar el efecto no sólo de sequías extremas, sino de excesos hídricos cuando ocurran. Es importante remarcar que la compactación no es exclusiva de la agricultura. La ganadería también puede provocar este fenómeno, y minimizar su efecto puede traer consecuencias devastadoras ante años extremos.

Enseñanzas a escala de lotes particulares

En la primera etapa del análisis, se abordaron cuestiones referidas a estrategias que asumen la recurrencia de eventos extremos como parte “normal” dentro de los ciclos productivos y que requieren de la anticipación mediante la gestión de riesgo forrajero global.

En una segunda etapa, se focalizó sobre la importancia del análisis de las limitantes que existen en los suelos a escala de predio. En esta tercera etapa, se abordarán algunas cuestiones referidas estrictamente a casos específicos de lotes particulares.

  1. Los remanentes en sequía: Es sabida la importancia de los remanentes en situaciones de estrés hídrico y térmico. Las altas temperaturas se magnifican en suelos descubiertos y secos (ver fotos N° 6 y N° 7). La protección adecuada de la base de los macollos en gramíneas es clave. Ello se necesita para poder aspirar a conservar plantas activas productivamente cuando la situación se revierta.
Fotos N° 6 y N° 7: suelos sin y con cobertura por remanentes en festucas (ER-Enero 2023).

Cuando las temperaturas están por encima de los 35°C en la base de los macollos, ocurre una  una muerte importante de macollos. Esto afecta no solo a la capacidad productiva inmediata del lote, sino también su persistencia (Foto N° 7).

Foto N° 7: festuca sin remanente con alta mortandad de macollos en la Cuenca del Salado (Febrero 2023).

Cuando los remanentes son apropiados, la recuperación post sequía es mucho más veloz (Ver fotos N°8 y N°9.)

Fotos N° 8 (Izq) festuca con adecuado remanente en plena sequia (Arrecifes-Enero 2023). Foto N°9: (der) mismo lote en Febrero 2023 después de 40 mm.

En oposición, el exceso de remanente no es recomendable. Especialmente en gramíneas no es ideal hacerlo por más que se quiera proteger de las altas temperaturas extremas a los macollos. Esto no garantiza una adecuada protección ante sequías y pone en severo riesgo la supervivencia de la pastura.

Cuando estas especies no son utilizadas y acumulan mucho forraje en primavera-verano, se produce una disminución en la tasa de aparición de macollos, e incluso hay un raleo de la misma. Los macollos adultos tenderán a encañar y llevará a las plantas a permanecer en “crisis de macollaje”, anulando por completo la nueva aparición de ellos. En este estado, los recursos de los macollos más jóvenes irán a las cañas para fortalecer a la encañazon-semillazón.

Esto genera que los macollos “encañados” mueran post semillazón, mientras que los más jóvenes, también lo harán en gran medida por quedar en extremo debilitados por la cesión de sus recursos a los que están en semillazón. Así se quitará capacidad de rebrote al lote y se incrementará pérdida de cobertura (ver foto N° 10 y N° 11).

Si esto es extremo, en una pastura perenne, puede ponerse en serio riesgo la persistencia por falta de renuevos vegetativos. Cabe destacar que las especies perennes, difícilmente pueden recomponer un adecuado stand de plantas por resiembra natural, de modo que no sería razonable esperar una recomposición por esta vía por más que el lote haya semillado profusamente.

Foto N° 10: pastura no pastoreada en sequía con un fuerte compromiso es su persistencia. ER 2023

En sentido opuesto, si el pastoreo se realiza con remanentes apropiados que protejan a la base de las plantas de los excesos de temperatura, la crisis de macollaje se interrumpe y el macollaje se mantiene activo a pesar de las limitantes del ambiente. Este sostenimiento de las capacidades de macollaje, permite rápidas recuperaciones post sequía.

En la siguiente foto (N° 11), puede verse, arriba y debajo de la foto, la misma variedad de raigrás itálico de tipo bianual en plena sequía en el mes de enero 2023. La parte inferior de la foto, el lote está cerrado para semillar. No se ven puntos verdes que puedan ocasionar un rebrote posterior y la totalidad de las plantas están muertas.

En la parte superior de la foto (en verde), el mismo lote y cultivar con pastoreo moderado permitió mantener vivas a las estructuras vegetativas. Si bien este es un caso “especial de bianualidad”, demuestra de modo muy didáctico el impacto del remanente apropiado y/o excesivo en situaciones de sequía.

Foto N° 11: raigrás itálico en el sur de Bs As. Campomar. Enero 2023.
  1. Las reservas

El prolongado ciclo de sequía afectó de manera muy importante a la provisión de forraje en los establecimientos. Si bien muchos de ellos consideran en su planificación la utilización de reservas forrajeras (heno-silo), el déficit fue tan profundo, prolongado y generalizado, que este tipo de reservas se vio fuertemente afectada tanto en volumen como en cantidad e incluso en calidad.

Cabe destacar, que, en estos casos, la consideración de especies con mayor tolerancia a la sequía como parte del plan de minimización o “gestión del riesgo”, no debería ser dejada de lado (Ver gráfico N° 3). Para el caso del silaje, está claro que el cultivo predominante es el maíz. Sin embargo, el sorgo, puede jugar un rol importante en este aspecto.

Gráfico N° 3: Producción comparativa de sorgo y maíz en situaciones de estrés Adaptado de Muchow (1988). Extraído de Cicchino, M. (INTA Cuenca del Salado).

El sorgo es capaz de utilizar menos agua de manera más eficiente (menos agua por Kg/ms) que el maíz para producir fibra de excelente calidad (ver gráfico N°4).

Gráfico N° 4:Evapotransipración comparativa de maíz y sorgo en sus distintos estadios de crecimiento. (Briceño ,M. 2012)

Ésta no difiere en extremo con la del maíz si el híbrido se elige de manera apropiada (ver gráfico N° 5). Es claro que su capacidad de producir Mcal/kg es levemente inferior al maíz, pero ante el riesgo de una producción casi inexistente, el sorgo puede jugar un papel de seguridad que pocas especies pueden proveer.

Gráfico N°5: Mcal/kg Ms para el mejor maíz y el mejor sorgo. UNLZ 2014-2015.

Este hecho no implica el reemplazo del maíz por el sorgo, sino que advierte sobre la consideración de la inclusión de la especie en la planificación preventiva.

  1. Las toxicidades en la sequía y post sequía

El capítulo de las toxicidades podría abarcar muchas páginas. Sin embargo, se intentará resumir algunos de los posibles impactos producidos por ellas en años con bajas precipitaciones y lo que podrían provocar como efecto “residual” aún una vez recompuesta la oferta hídrica.

En sequías intensas, la sequedad del forraje en pie, puede contrastar con la vivacidad de algunas especies tóxicas en los lotes bajo pastoreo. El monitoreo apropiado puede identificar plantas tóxicas, que, en situaciones de normalidad, el ganado seguramente no ingeriría, pero ante este contexto, pueden hacerlo por error y/o por elección en la búsqueda de forraje verde.

Cabe mencionar que muchas de estas especies tóxicas no presentan sintomatología evidente ni tampoco instantánea, por lo que el conocimiento y la detección temprana en los lotes, puede minimizar el riesgo de problemas. Por otro lado, la situación de estrés hídrico provoca en muchos casos, un incremento en la concentración de los principios activos tóxicos en las plantas magnificando el problema.

También es importante mencionar que algunas especies forrajeras pueden manifestar principios tóxicos durante la sequía. Esto puede provocar daños en los animales en pastoreo si no son identificadas y controladas a tiempo. Los raigrases de promoción, especialmente si tienen una alta proporción de raigrás criollo, pueden contener en sus espiguillas “cornezuelo”.

Este hongo que ocupa el lugar de las semillas no formadas, contiene altos niveles de alcaloides en las espigas, los cuales, entre otras cosas, incrementan el estrés térmico en los animales. Si fuesen consumidos, puede llevarlos a la muerte si la proporción ingerida es importante y las temperaturas son extremas.

Del mismo modo, la presencia de festucas con “festucosis en los lotes, podría provocar problemas en el mismo sentido con consecuencias similares, aunque quizás no tan extremas. Sin embargo, son de gran sufrimiento animal e incluso pueden provocar potenciales abortos. La identificación temprana de estos lotes y su conveniente consideración en la planificación de uso y/o reemplazo, son claves para minimizar los riesgos de impacto en estas situaciones extremas.

Por último y casi que novedoso por la magnitud y número de casos ocurrido, cabe mencionar el gravísimo problema de toxicidad por nitratos verificado en amplias zonas de verdeos de invierno sembrados en otoño 2023 como consecuencia post sequía.

En apariencia, la extrema sequía estival del 2022-2023, generó una gran cantidad de nitratos por mineralización en el suelo, que no fueron lavados por las lluvias inexistentes y tampoco consumidos por las plantas en el mencionado período. Esto provocó niveles de nitratos en suelo poco corrientes que los verdeos absorbieron intensamente en su desarrollo otoñal.

Esta condición ocasionó que los verdeos de invierno contuvieran niveles altamente tóxicos de nitratos. En algunos casos, éstos provocaron enormes mortandades de animales. Ante esta posibilidad que debe ser necesario considerar a la salida de una sequía profunda, es importante realizar los muestreos y análisis de laboratorio del forraje en cuestión (por cierto, muy fáciles de realizar y económicos), consultando al profesional capacitado para conducir este potencial riesgo invisible a los ojos pero de profundo impacto.

Conclusiones

En primera medida, y yendo de lo global a lo particular, es importante considerar la frecuencia de ocurrencia de eventos extremos para determinar si efectivamente se trata de eventos “anormales” e inesperados o si forman parte de una situación corriente con frecuencias más bajas.

Esto ayudará a redimensionar el concepto de “anormal”, y permitirá considerar las herramientas necesarias para gestionar ese riesgo forrajero minimizando el efecto cuando ellas ocurran. En lo particular, el diagnóstico del estado de situación de la matriz suelo-ambiente, debe empezar a jugar un rol clave en el pensamiento estratégico del contexto productivo como un elemento que puede definir un impacto real y no teórico de los eventos extremos.

En el detalle específico, redimensionar la importancia de especies y manejos mediante una lectura profesional adecuada y anticipada, podría ayudar a morigerar los impactos de eventos extremos como los atravesados recientemente.

Juan Lus.