La fertilidad del suelo, clave para sostener la producción de alfalfa

El Ingeniero Agrónomo Luis Gervasoni propuso un cambio de paradigma en el manejo de la alfalfa, instando a los productores a superar la estrategia de corto plazo de reponer nutrientes para adoptar un enfoque de construcción de la fertilidad integral del suelo

La fertilidad del suelo es hoy uno de los diferenciales más determinantes para transformar el potencial en productividad real. En ese marco, el ingeniero agrónomo Luis Gervasoni aportó tecnicas y prácticas de manejo que deben aplicarse para lograr redefinir la eficiencia productiva en la región.

El objetivo es combatir la raíz de problemas críticos como la compactación para lograr producciones estables y sostenibles. La metodología, según Gervasoni, se aleja de las soluciones mecánicas temporales y se apoya en un manejo que combina el diagnóstico preciso, la agricultura de precisión por ambientes y el uso estratégico de enmiendas y bioestimulantes para regenerar la salud del suelo desde sus cimientos químicos, físicos y biológicos.

El alto costo de la alfalfa: Una “picadora” de nutrientes

Comprender el impacto nutricional de la alfalfa es el punto de partida para un manejo eficiente. El cultivo, aunque fundamental para muchos sistemas ganaderos, representa un desafío mayúsculo para la salud del suelo debido a su extraordinaria capacidad para extraer nutrientes. Para dimensionar esta demanda, Gervasoni ofreció una comparación directa y contundente con otros cultivos extensivos.

Mientras que una soja de alta producción extrae 11 kg de calcio por hectárea, una alfalfa de 18,000 kg/ha extrae la asombrosa cifra de 216 kg de calcio, casi 20 veces más. La comparación con el maíz también es reveladora: un cultivo de 10,000 kg/ha tiene una absorción total de 26 kg de calcio. Sin embargo, Gervasoni añade una distinción clave: si el maíz se cosecha para grano, gran parte de ese calcio permanece en el rastrojo; pero si se pica para silaje, la extracción del campo es completa.

Esta extracción masiva, si no se gestiona con una estrategia que vaya más allá de la simple reposición, conduce a un agotamiento progresivo del suelo. El déficit no es solo de nutrientes, sino que desencadena una degradación de la estructura física del lote, el primer paso hacia un círculo vicioso de compactación.

Compactación y déficit de calcio

El enfoque tradicional de la fertilización en alfalfa, centrado casi exclusivamente en el fósforo, resulta insuficiente para atender la complejidad del sistema. Gervasoni identificó la compactación como una «problemática muy grande» que afecta a la mayoría de los lotes. 

Sin embargo, advierte que este problema físico es en realidad el síntoma de una profunda degradación química que las soluciones mecánicas no pueden resolver a largo plazo.

El argumento central del ingeniero es que la estabilidad estructural de los poros del suelo depende de un equilibrio adecuado de fósforo, calcio y magnesio. Cuando la alfalfa extrae masivamente calcio, se desencadena una competencia entre el suelo y la planta. El suelo comienza un proceso de formación de carbonato de calcio para compensar, lo que genera un resultado paradójico: el pH, en lugar de bajar, sube, bloqueando aún más la disponibilidad de otros nutrientes.

Este es el proceso de degradación que se observa en los lotes:

1. La alta extracción de calcio compromete la estabilidad estructural, iniciando la compactación.

2. El suelo se endurece, con mediciones de resistencia a la penetración que parten de los 3,000 megapascales (MPa) en lotes «buenos» y alcanzan los 6,000 MPa (el máximo del penetrómetro) en los primeros 60 cm de los lotes más afectados. Esto reduce drásticamente la retención de agua y la capacidad del suelo para entregar nutrientes.

3. Soluciones mecánicas como el uso de un paratil ofrecen un alivio temporal, pero el problema reaparece en tan solo dos años si no se corrige la causa química subyacente.

Frente a un problema químico que se disfraza de físico, Gervasoni demuestra que la solución no puede ser mecánica, sino que debe ser diagnóstica y precisa.

La clave para una gestión eficiente es pasar de manejar promedios por lote a implementar un tratamiento específico por ambiente. La agricultura de precisión emerge como el enfoque agronómico que permite diagnosticar y corregir las limitantes de manera localizada, optimizando la inversión y los resultados.

Gervasoni ilustró este concepto con un caso en Matorrales (Córdoba), cuyo promedio de 16,000 kg/ha ocultaba realidades opuestas:

• Ambientes verdes/amarillos: Zonas de alto potencial que producían cerca de 25,000-26,000 kg/ha. Al ser fertilizadas según el promedio del lote, sufrían una sub-fertilización que aceleraba el agotamiento del suelo.

• Ambiente rojo: Zonas de bajo rendimiento que apenas alcanzaban los 5,000 kg/ha. Aquí, la fertilización promedio representaba una sobre-inversión, ya que el suelo poseía limitantes edáficas severas que impedían el aprovechamiento de los nutrientes.

Para el ambiente rojo, el más problemático, se aplicó una estrategia quirúrgica basada en un diagnóstico detallado.

CaracterísticaDiagnóstico del Ambiente RojoSolución Aplicada
Problema PrincipalpH alto (7.5) por concentración de sodio. Esto no fue por un aporte externo, sino por la extracción histórica de calcio y magnesio que concentró el sodio nativo del suelo.Uso de sulfato de calcio y magnesio para desplazar el sodio del coloide del suelo y corregir el desbalance catiónico.
ConsecuenciasBaja disponibilidad de fósforo, mala nodulación (el calcio es vital para la colonización de la raíz) y una producción extremadamente baja.Aplicación de bioestimulantes para promover la actividad biológica y la nodulación, reactivando el componente vivo del suelo.
EstrategiaLimitantes edáficas severas que impedían el aprovechamiento de fertilizantes sólidos.Fertilización foliar para nutrir la planta directamente, enfocándose primero en la calidad antes que en la cantidad.

El impacto de esta estrategia reveló un hallazgo fundamental: primero se mejoró la calidad del forraje (mayor proteína, mejor relación tallo-hoja) y, como consecuencia, se incrementó el rendimiento. Una planta más sana, nutrida directamente y con mejor nodulación, invierte primero en construir una maquinaria fotosintética más eficiente, lo que posteriormente impulsa una mayor producción de biomasa.

Gervasoni reclamó un cambio de mentalidad. La fertilidad del suelo no debe ser vista como un recurso a explotar, sino como el principal activo productivo del campo, un activo que debe construirse, protegerse y mejorarse constantemente.

Para lograr producciones de calidad sostenidas en el tiempo, es imperativo trabajar sobre la fertilidad integral del suelo, atendiendo de manera equilibrada sus componentes químicos, físicos y biológicos. Este enfoque trasciende la simple reposición de nutrientes para enfocarse en la regeneración del sistema completo. El principal beneficio de construir fertilidad es una mayor estabilidad en la producción, reduciendo la dependencia de las condiciones climáticas. 

Un suelo fértil, bien estructurado y biológicamente activo permite obtener rendimientos promedio en años secos y producciones muy buenas en años húmedos, sin sacrificar la calidad del forraje.

En conclusión, la visión de Gervasoni aboga por una «inversión constante» y un «trabajo constante» sobre los ambientes. Solo así será posible mantener la oferta forrajera y la salud de los suelos, sentando las bases de un sistema productivo resiliente, rentable y verdaderamente sostenible.