Las jornadas a campo son un pilar fundamental en la formación y transmisión de conocimiento para productores que adquieren experiencia pensando en mejorar los sistemas productivos.
En ese marco, el IPCVA junto al INTA desarrollaron días atrás un encuentro que permitió brindar una capacitación directa a productores que pudieron sumar herramientas técnicas sobre el manejo forrajero cobran vida en el mismo entorno en el que serán aplicadas.
Este modelo presenta información sólida, derivada de la «experimentación y generación de datos». Esta metodología asegura que el conocimiento compartido no es meramente teórico, sino que cuenta con un respaldo científico riguroso.
De este modo, se construye un puente directo y confiable entre los centros de investigación y los productores, garantizando que las innovaciones lleguen de manera efectiva a quienes toman las decisiones en el campo.
El principal beneficio para los asistentes es la recepción de conocimientos de manera personalizada, con el objetivo claro de que luego los «utilizarán en sus respectivos campos».
Esta aplicabilidad inmediata es lo que convierte a estas jornadas en una inversión de tiempo y recursos altamente rentable, ya que las lecciones aprendidas se traducen directamente en mejoras en la gestión forrajera y la productividad de los rodeos.
El éxito de este formato no sería posible sin la colaboración estratégica de las instituciones que lo sostienen, como el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) y el acompañamiento del INTA, en este caso a través del ingeniero José Massigoge, experto del Centro Experimental INTA Barrow, quien compartió conocimientos esenciales sobre el manejo eficiente de pasturas, basados en experimentación para su aplicación práctica e inmediata en los establecimientos.
En ese marco, el especialista remarcó la importancia de trabajar con pasturas consociadas, combinando alfalfa con gramíneas templadas como festuca, pastovillo o cebadilla australiana.
Según señaló, en los ambientes típicos de la zona es posible alcanzar producciones cercanas a los 10.000 kilos de materia seca por hectárea al año, lo que puede traducirse en hasta 500 kilos de carne por hectárea en sistemas de recría y engorde.
Remarcó que las pasturas perennes no solo aportan cantidad y calidad de forraje, sino que además cumplen un rol clave en la sustentabilidad. Su capacidad de fijar nitrógeno, mejorar la fertilidad física del suelo, aumentar la materia orgánica y reducir la compactación genera beneficios que se sostienen a lo largo de varios años dentro de la rotación agrícola-ganadera.

El manejo del pastoreo es otro punto determinante ya que la alfalfa requiere sí o sí pastoreo rotativo, evitando que los animales permanezcan más de cinco días en la misma parcela. El uso de alambre eléctrico permite ajustar cargas según la disponibilidad estacional de pasto, aprovechando la primavera para hacer rollos y compensar la menor oferta del invierno con verdeos como avena y raigrás.
También subrayó que una buena implantación define la persistencia y productividad. Elegir lotes libres de malezas difíciles, sembrar en la fecha adecuada (marzo–abril), seleccionar las especies acompañantes correctas y aplicar una fertilización equilibrada -con especial foco en fósforo, azufre e inoculación de alfalfa- son pasos indispensables para lograr pasturas duraderas y de alto rendimiento.
Finalmente, comentó que en la región se están evaluando alternativas de fertilización, incluyendo el uso de biofertilizantes foliares con bacterias fijadoras libres, además de estrategias tradicionales. Estos recursos permiten seguir elevando la productividad sin descuidar la sustentabilidad de los suelos.
